Con una ceguera cortoplacista al debate sobre el estado de la Nacionalidad le ha faltado altura de miras. Aunque no se entendiera así por todos, en el Parlamento de Canarias se convoca el debate para analizar la actual situación en las Islas con una perspectiva más objetiva, aunque en política sea ésta una cualidad infrecuente, en el que frente al bien propio se antepone el interés general, en el que en el análisis sobre lo acontecido durante esta legislatura se sopesa tanto lo cumplido, según lo comprometido, como la confianza e ilusión ante el porvenir para aclarar las incertidumbres de estos convulsos tiempos a través de un incuestionable liderazgo que sea un referente virtuoso para guiar a los canarios durante los próximos años.

Sobraron por lo tanto ajustes de cuentas entre los grupos parlamentarios, y sus portavoces -más pendientes de las elecciones generales de abril y las regionales de mayo- y faltó, más que nada, convicción y credibilidad -sobre todo para quienes aspiran a ser la alternativa de Gobierno en Canarias- para ilusionar a los ciudadanos ante la encomienda de liderar una tierra con enormes desafíos por delante, sobre todo tras la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía y el nuevo Régimen Económico y Fiscal (REF), unas herramientas cuya fuerza o poder dependen del uso que se haga de las mismas. De cómo se programen, empleen o defiendan, ante quienes pretendan su bloqueo, menosprecio o minusvaloración, dependerán en buena medida los éxitos en la política industrial, financiera y económica de la comunidad autónoma, y de sus derivadas: la creación de empleo y el mantenimiento del estado del bienestar.

¿Están convencidos todos aquellos que aspiran a presidir Canarias a partir de las elecciones del 26 de mayo que pueden servir como referentes, con sus virtudes y talentos, con su sacrificio y credibilidad, para mantener con determinación y firmeza la defensa de los intereses de las Islas? Si esta pregunta se le formulara a cada uno de ellos ninguno diría que no, pero hay quienes con su actitud en algún caso derrotista, en otro apocalíptica, cuando no displicente o complaciente, ofrecen más que dudas razonables para acometer la responsabilidad de gobernar el archipiélago. De no traicionar a Canarias. Mal vamos cuando ya en público no se confía en las capacidades propias y se buscan alianzas ajenas para sostener un futuro Gobierno de Canarias.

La política, y más el ejercicio del Gobierno, en este caso de Canarias, requiere firmeza porque la política no es una actividad para pusilánimes, y menos en tiempos de incertidumbre, crisis o vacilaciones sociales y económicas como las de ahora. La autoridad, que no el autoritarismo, es una de las virtudes del liderazgo político, que lejos del caudillismo o el caciquismo, se exige a un candidato a la presidencia de Gobierno de Canarias. En un territorio donde la proximidad de la acción política y la comunicación directa con el ciudadano permite sostener una identidad propia en defensa de los fueros y las singularidades y derechos, que no privilegios, a los que Canarias aspira a mantener y hacer respetar ¿esta firmeza en el liderazgo político es una cualidad que tienen todos los que se proponen gobernar las Islas tras los comicios de mayo?

En una acción política combinada sobre ejes como el diálogo, que no la imposición, la autoridad, tanto moral como ejecutiva, la influencia para convencer, y la empatía para atraer y captar tanto la atención como los sentimientos de aquellos que estén más alejados de las propias convicciones políticas, es como se debe gobernar la sociedad canaria que está llamada a votar para renovar el Parlamento regional dentro de tres meses. Se esperaba algo más de esto en el debate del estado de la Nacionalidad, una cita anual a la que se suele concurrir más como una costosa obligación que con el buen ánimo de quienes están llamados a liderar la sociedad canaria. Y no son menores los desafíos a los que están citados. El último, llegó el viernes pasado, tras la aprobación urgente por el Consejo de Ministros de un régimen económico y fiscal para Baleares similar al de Canarias.

Lejos de buscar una confrontación entre regiones insulares, de un duelo entre un archipiélago ubicado en el Mediterráneo y otro en el Atlántico medio, lo cierto es que el Gobierno de Pedro Sánchez busca igualar los privilegios de unas islas consideradas por la Unión Europea como ultraperiféricas frente a otras que se sitúan a 46 millas -75 kilómetros- de la Península, que tienen una estructura económica similar, con una gran influencia del sector turístico, frente al industrial y agrícola, pero que no son iguales. ¿Con qué razonamientos, con qué convicción y liderazgo, los líderes políticos de Canarias van a administrar esta situación y defender lo que ha costado tanto conseguir como el nuevo REF y el Estatuto de Autonomía?