Recuerdo un estupendo artículo del economista Luis Abenza en el que venía a sostener que el machismo político se curaba teniendo hijas. Aun más: en la mayoría de los casos -no en todos- las hijas convertían a los padres en más progresistas, al menos, en materia de igualdad entre géneros y defensa de los derechos de la mujer. Un tipo tan decidida y cínicamente conservador como Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos con George W. Bush, respetó la opción sexual como lesbiana de una de sus hijas y públicamente la defendió frente a la estupefacción, y menudo la furia, de muchísimos de sus correligionarios. Aunque sea obvio habrá que decirlo: lo hizo porque era su hija, y Cheney era un monstruo moral que adoraba a su familia. No sé muy bien qué es el feminismo liberal. Ciertamente existen con esa vitola personalidades y corrientes feministas desde hace décadas, pero muy poco tienen que ver con las políticas e iniciativas que defiende últimamente Ciudadanos, salvo, quizás, la coincidencia en una defensa -condicionada y llena de matices y reservas- al ejercicio de la prostitución como una vía para la supervivencia que, sin embargo, debe ser eliminada cuanto antes. En resumen, se han inventado un feminismo fantasmal para deslegitimar y atacar a los feminismos realmente existentes y que llevan varias generaciones en la brega política, en las instituciones y en la calle, para acabar con la discriminación de la mujer y con todas las violencias materiales, culturales y simbólicas de las que todavía se nutre. La confusión interesada de Ciudadanos tiene su reflejo especular en el interés confuso de Podemos en introducir el feminismo como asignatura en los centros escolares: lo que hay que recuperar, estableciendo los cambios oportunos, es una asignatura como Educación para la Ciudadanía a modo de instrumento reglado para la divulgación transversal de valores como la igualdad efectiva entre hombres y mujeres y la tolerancia activa frente a la diversidad.

Los objetivos fundamentales del feminismo son una condición de supervivencia de las sociedades democráticas en el futuro inmediato. Es un movimiento generoso porque hace de la defensa de los derechos de la mitad de la población una estrategia que podemos compartir todos para mejorar la vida de todos. Nada de esto significa que no se cometan errores, torpezas y estupideces desde un radicalismo gazmoño o un adanismo poco enternecedor. El “argumentario” de la huelga femenina convocada para hoy -y a mi juicio la convocatoria misma- son ejemplos de manifestaciones políticas sometidas a la colonización de opciones minoritarias para las que es feminismo es suyo y solo lo suyo. El 8 de marzo corre el riesgo de morir de éxito y transformase -como todo- en un espectáculo televisivo y reducirse a pienso retórico metabolizado por las grandes organizaciones políticas que funcionan menos como vehículos de demandas populares que como dispositivo para cortocircuitarlas. Pero estoy convencido de que si existe futuro es un futuro de ellas para todos los demás: las que juegan a mi alrededor y no me dejan acabar este artículo entre risas, entre cuentos, entre chismes, entre toda la belleza del mundo que milagrosamente cabe en ellas.