Bajo el lema Cuidar o deshumanizar-La sociedad de los cuidados como respuesta se está celebrando estos días en Tenerife el XXVIII Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura organizado por el Instituto Superior de Teología Islas Canarias en colaboración con la Universidad de La Laguna. Los objetivos concretos de este congreso se dirigen a establecer los límites entre una sociedad basada en el individualismo, el descuido de los valores humanos y el uso de la tecnología como refugio, y una utilización integradora de los avances tecnológicos para que dichos valores sociales y familiares conformen la primera línea de las prioridades sociales.

Como viene siendo habitual, este evento se desarrolla a través de ponencias, talleres, coloquios, experiencias, mesas redondas, comunicaciones libres, pósters y actuaciones musicales, a los que se añade la tradicional entrega de premios de los concursos literarios, de dibujo y multimedia en los que participan, de forma individual o colectiva, numerosos alumnos de centros escolares de la isla. En este sentido, resulta fundamental instar a las nuevas generaciones a aportar su visión sobre aspectos tan esenciales como la conciencia ciudadana, el respeto a la libertad, la importancia de la responsabilidad, la práctica de valores, la relevancia de la amistad, el ejercicio de la generosidad y de la disponibilidad de cara al prójimo, la colaboración mutua, la solidaridad y el aporte de soluciones a fenómenos tan alarmantes como la pobreza, la soledad y el abandono.

Un año más, diversos ponentes de reconocido prestigio se dan cita en el Aulario del Campus de Guajara y en el edificio del Seminario Diocesano para trasladar sus reflexiones sobre asuntos de hondo calado relacionados con la temática de la edición, entre ellos el posthumanismo como signo de un cambio de época, el deber de cuidar a las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia, los métodos y recursos para el acompañamiento familiar, la calidad de vida en relación a las personas con discapacidad intelectual, la tecnohumanidad o el cuidado como paradigma en el mundo contemporáneo, por citar sólo algunos.

El necesario debate sobre la superación del modelo del denominado "estado de bienestar" en aras de una "Sociedad de los Cuidados" está, pues, encima de la mesa y se trata de activar a toda la ciudadanía para que tome parte y se involucre con firmeza en esta nueva era. Es preciso aspirar al desarrollo humano integral a través de vertientes como el enfoque de capacidades, la reciprocidad, la proximidad, la gratuidad y la colaboración intergeneracional. En definitiva, urge promover la cultura de la ayuda en el marco de la fraternidad. Sin duda queda camino por delante pero, cuanto antes comencemos a transitarlo, antes redirigiremos esta sociedad del siglo XXI a superar retos como el aislamiento, la violencia o el utilitarismo.

Mención aparte merece la reconsideración del papel asignado tradicionalmente a las mujeres en el ámbito de los cuidados y que, en mi opinión, debe ser revisado y corregido. Nosotras no cuidamos por definición, ni esta misión es, ni mucho menos, vocacionalmente femenina. Tampoco estamos especialmente dotadas para ella, como se nos ha hecho creer de un modo oportunista desde que el mundo es mundo. Sin embargo, la asumimos prácticamente en su totalidad, como una suerte de designio innato. Nos encargamos de los hijos cuando nacen y crecen, de los mayores cuando envejecen o dejan de tener autonomía por sí mismos, y de los enfermos y dependientes desde el momento en que requieren de atenciones. Hasta donde yo sé, a un hombre jamás se le consignó como profesión en el DNI "sus labores", tal y como figuraba hasta hace bien poco en los documentos de tantas y tantas congéneres, y que se traduce en ese trabajo rutinario, agotador, infravalorado, no retribuido ni reconocido desarrollado durante casi veinticuatro horas al día los trescientos sesenta y cinco días del año. Por lo tanto, ya va siendo hora de que los hombres también sean cuidadores. Es tiempo de corresponsabilidad.