La Provincia - Diario de Las Palmas

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tropezones

Halal sin gluten

Hace unos años J.R.,. un amigo que destacaba por su afición a viajar, me confesaba que en sus desplazamientos en avión siempre pedía el menú vegetariano, pues aunque él fuera gloriosamente omnívoro, se había percatado de que dicha opción era mucho más sabrosa y cuidada que el pollo de cartón que el catering servía a los demás pasajeros.

Hoy día la discriminación alimentaria en función de ideologías o razones médicas viene disparándose exponencialmente. Un musulmán exigirá una dieta Halal, o sea, libre de carne de cerdo, en principio impura, y además con ciertas precauciones en el sacrificio de los demás animales, que habrán de ser desangrados vivos y mirando a La Meca (si bien esa misma sangre está proscrita en la alimentación de un buen musulmán). También es tabú (o Haram en la terminología islámica), la ingesta de carne de animal muerto por causa natural, y todo tipo de bebida alcohólica.

Un judío demandará una cocina Kosher, también libre de cualquier contaminación porcina. El sacrificio de los demás animales también está regulado, y se llevará a cabo "con justicia y misericordia" y ajustado a una serie de normas recogidas en el Kashrut. En el mismo se autoriza la dieta de carne de rumiantes, y de pescados, siempre que tengan aletas y escamas. Tampoco se debe mezclar leche y carne en la comida. Y como parecía previsible, ni gusanos ni insectos en las comidas. (¡Pero, horror, tampoco mariscos!)

El vegetarianismo que en principio evita consumir carne y pescado, engloba en realidad varias categorías, desde el semivegetariano menos estricto, que permite algún pescadito, hasta el vegano que va en la otra dirección y rechaza el consumo de todos los productos de origen animal: además de la carne y el pescado, también son anatema los lácteos, la miel y cualquier derivado de origen animal.

Y luego entramos en el mundo de las alergias: el celíaco, con su intolerancia al gluten y consiguientes alimentos vetados por razones médicas, como el pan de trigo, o el alérgico al huevo tan expuesto dada la ubicuidad de dicho producto, o bien el que no tolera la lactosa o los productos lácteos. Y por supuesto el que es totalmente alérgico a los frutos secos, en cuya ingesta puede irle la vida si inadvertidamente le sirven pongamos por caso mantequilla de cacahuete.

Yo no sé qué pensaría hoy mi querido J. R., ni qué pitanza seleccionaría en sus vuelos transoceánicos. Yo por mi parte, que sólo me permito vuelos low-cost, lo tengo muy claro. Antes que aceptar las bandejitas que te echan de comer y que semejan más bien kits de supervivencia, me suelo proveer de generosos bocadillos de tortilla con chorizo, desafiando a la mayoría de las creencias universales, y ciscándome en las bienintencionadas recomendaciones de mi médico de cabecera.

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