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OBSERVATORIO

Asesinos víctimas y víctimas culpables

Poco a poco, de manera casi imperceptible y a la vez que se multiplica el fervor por una memoria histórica que recupera el pasado más remoto y lo hace presente y vivo, se va cambiando la historia reciente, alterando simultáneamente los valores de la Transición y sustituyendo los calificativos más elementales y respetables, por otros más apropiados a la lectura interesada que se hace del pasado redivivo.

Y así, sutilmente y en una estrategia que nadie parece haber diseñado, pero que presenta evidentes signos de presencia, el terrorismo no solo comienza a indultarse, sino que hay quien lo considera el paradigma de la lucha por la democracia y el antifranquismo, un valor digno de encomio y reconocimiento, siendo los herederos de las bandas más crueles, políticos merecedores de absoluto respeto aunque no hayan condenado, pues tampoco se les ha exigido, los actos de sus predecesores.

Pactar con Bildu, continuadora en su ideario de aquellos antecesores violentos y asesinos, aunque haya renunciado a la violencia, es considerado normal, aunque mantenga hacia aquellos una conducta de respeto y comprensión. Su calificación de luchadores contra el franquismo, aunque la inmensa mayoría de sus crímenes se cometieron en épocas democráticas, sirve para lavar esa imagen y pedirles ordinariamente el apoyo parlamentario, razón suprema que todo lo justifica. El franquismo, y ahí se aprecia la razón de su resurgimiento como arma arrojadiza, se ha convertido en un término manoseado y útil para desacreditar o ensalzar a conveniencia.

Es tal la debacle intelectual y política en que se halla sumida una parte de la izquierda, declarada antifranquista sin Franco, que el resultado es la amnistía al terrorismo y el rechazo a la derecha democrática, que se considera heredera de aquel régimen dictatorial. Y así, en este embrollo al que ha sucumbido incluso una parte de este nuevo PSOE en palabras de Guerra, mientras que se demanda la nulidad de la ley de amnistía de 1977 para los llamados crímenes del franquismo, se guarda silencio para los cometidos por ETA, más de mil, insisto y hasta hace escasos años. Crímenes del franquismo que serían atribuidos a fallecidos o ancianos, pocos y escasos, pero que algunas mentes prodigiosas quieren llevar a un proceso que, como quiso Garzón, que se libró del banquillo por ello de milagro, piden abrir contra fallecidos. Un proceso penal contra muertos es tan absurdo que imaginarlo causa pavor. Tanta locura y dislate son excesivos. No ya porque a un muerto no se le puede condenar y tampoco a sus herederos, sino por algo más simple aún: un muerto no puede defenderse y sin defensa, sin contradicción, no hay proceso penal en un sistema democrático. Tal vez sí en el imaginario de los nuevos inquisidores revestidos de demócratas de forma engañosa.

La ley de abusos policiales, que se acaba de aprobar por el Parlamento vasco con el apoyo del PSOE, es un acto manifiesto de esta tendencia a lavar el carácter criminal del terrorismo, de justificarlo en un Estado que se quiere tachar de represor y, por tanto, de causante indirecto de los crímenes ejecutados por quienes, ahora elevados a la condición de víctimas, solo respondieron heroicamente a una policía represora. Reconocer a las presuntas víctimas de la policía democrática significa equiparar asesinos y fuerzas del orden mediante la consagración de una equidistancia poco digna. Una equidistancia que supone no sólo una revisión de nuestra etapa constitucional, sino una confusión que excede los deberes que la ética más elemental impone.

Una vergüenza que ignora que, entre 1978 y 1999, fecha a la que se extiende la norma aprobada, los tribunales españoles investigaron, juzgaron y condenaron a todos aquellos que fueron denunciados por torturas. Nadie fue absuelto si acreditó haberlas padecido. Que ahora un Parlamento juzgue e indemnice más allá de lo que establecieron en su día las resoluciones condenatorias, cuando las hubo, es estrategia llamada a glorificar a los asesinos y justificar sus actos. No hay más, ni argumentos que avalen lo que es sólo una revisión de nuestro pasado más reciente, el más vil y doloroso.

Pero, en esta deriva de la ética a la que estamos asistiendo a cambio de apoyos para un Sánchez sin referentes de ningún tipo, todo vale si se obtiene el aval parlamentario. El silencio del PSOE vasco ante los insultos de un parlamentario de Bildu a la policía es expresión viva de lo que se quiere o soporta a cambio del voto. Que se llame a los cuerpos de seguridad nazis y asesinos y que el PSOE calle y vote a favor de lo demandado por Bildu, a la par que se les solicita el voto favorable para los decretos electorales del Gobierno en funciones, es muestra del futuro que nos espera caso de que el presidente consiga ganar las elecciones. Nadie podía imaginar que en tan poco tiempo las víctimas serían verdugos y los asesinos, víctimas.

No todo vale para alcanzar el poder y los pactos con quienes no creen en el sistema son peligrosos para el sistema mismo. Deshonrar la memoria de mil ciudadanos víctimas del terror es llegar demasiado lejos. Nos deshonramos todos.

José María Asencio Mellado.

Catedrático de Derecho Procesal

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