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A LA INTEMPERIE

Sentido común

N o hay ningún ser humano que posea 79 cerebros. Los directivos del IBEX ganan, sin embargo, 79 veces más que los empleados de sus empresas. 79 veces más, se dice pronto. Significa que si usted cobra mil euros al mes, su jefe se lleva setenta y nueve mil. Y su jefe tiene dos ojos, como usted y como yo, y dos orejas y un hígado y un páncreas? Todo en él resulta idéntico a los empleados de la compañía que dirige, pero se lleva una fortuna a casa. Podría argumentar, tal vez, que es 79 veces más inteligente, no hay forma de medir eso. Pero un tipo 79 veces más listo que el común de los mortales no trabajaría por cuenta ajena, ni siquiera por cuenta propia. Un tipo con esa inteligencia habría comprendido que las leyes del capitalismo actual son una salvajada y se habría entregado a la mística.

Todo esto nos lleva una vez más a la cuestión del reparto de la riqueza, que es el asunto por antonomasia (signifique lo que signifique antonomasia) de nuestros días. Debería haberlo sido de todas las épocas, pero nunca es tarde para arrepentirse de los errores cometidos. Si hoy, en Occidente al menos, nos parece un disparate la esclavitud, a no mucho tardar juzgaremos que lo que ocurre con los salarios de los directivos del IBEX constituye una locura. Es de sentido común. Sabemos que el sentido común ha venido cambiando con los tiempos, pero nosotros nos referimos al sentido común de nuestros lunes y nuestros martes, al sentido común de ahora, al sentido común de este instante en el que ya sabemos que la Tierra tiene forma de patata y la humanidad forma de escarabajo (léase La metamorfosis, de Kafka)

Hablamos del sentido común que demostraría un grupo de náufragos en una isla contra cuyas rocas acabara de estrellarse su crucero. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que la humanidad está compuesta por unos siete mil millones de náufragos (y de naúfragas: el genérico, que no llega) que deberían alcanzar acuerdos para sobrevivir sin establecer grandes desigualdades entre unos y otros. No por nada, sino porque lo contrario es incómodo para todos, incluso para los directivos del IBEX que ganan 79 veces más que sus empleados. La brecha salarial es una brecha moral antiecológica. Hiere al conjunto.

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