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Cucarachas II

Conocedores de mi fascinación por las cucarachas, unos insectos tan repugnantes como invulnerables, me preguntan algunos amigos, azorados por un interés tan malsano, si no presentan estas alimañas alguna característica redimible, alguna mínima faceta atractiva.

Pues les voy a aportar no una, sino dos.

Es bien notorio que la cucaracha no es ningún gourmet: aunque le encanta por ejemplo la cerveza agria caliente, no le importa alimentarse de pegamento, papel, heces, carne putrefacta, cadáveres de sus congéneres y hasta llegado el caso de sus propios excrementos.

Tan ecléctico paladar en la alimentación lo vienen aprovechando los chinos en sus granjas de cucarachas, para resolver uno de los grandes problemas de sus urbes millonarias: la eliminación de la basura. En la mayor planta del mundo, en Jinan, la capital de la región de Chandong, se procesan diariamente 50 toneladas de desechos, alimentando a millones de cucarachas, alojadas en naves oscuras en unas condiciones de temperatura y humedad ideales para favorecer la voracidad de las criaturas. Posteriormente se aprovechan los insectos para la fabricación de compuestos proteínicos destinados a pasto de ganado, y para la preparación de unos mejunjes medicinales que dicen ser mano de santo para los trastornos digestivos. (!)

Aunque este aprovechamiento de la cucaracha entraña algunos peligros (imagínense la pesadilla de una fuga masiva al exterior), su futuro es inmenso, y se están ya planificando docenas de estas granjas.

Pero existe otro ejemplo poco conocido, empero mucho menos duro, de un buen uso de la cucaracha.

Es bien sabido que cuando Franz Kafka escribió su icónica obra La Metamorfosis en la que el protagonista amanece un día convertido en un repulsivo insecto, no quiso precisar de qué insecto se trataba, para que el lector apadrinara el bicho que más repugnancia le provocara. Pues quedó de manifiesto bien pronto que la cucaracha era el paradigma de la abominación, y la que pasó a ser ipso facto el insecto "identificado".

En 1988 Gabriel García Márquez concedió una entrevista, en la que en transcripción casi literal afirmaba lo siguiente.

" La Metamorfosis de Kafka fue una revelación... fue en 1947, tenía yo 19 años... Recuerdo la primera frase, dice exactamente esto: 'Gregor Samsa se despertó una mañana después de una noche de sueño inquieto, encontrándose transformado en un insecto monstruoso'. ¡Maldita sea! Cuando lo leí pensé: nadie me dijo que esto se podía hacer. Pero si se puede, yo también puedo. ¡Carajo, si es así como mi abuelo contaba los cuentos! Las cosas más insólitas, con la mayor naturalidad".

Yo no creo por tanto que sea descabellado deducir que fue la cucaracha de Kafka, tan repelente y denostada, la musa anunciadora del realismo mágico. Y sería sin duda de justicia reservarle por lo menos un pequeño nicho en el Olimpo de las Letras. Eso sí, preferentemente oscuro, cálido y húmedo.

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