Ilustrísimos Sres: Nos dirigimos a Uds. como padres de Jorge, nuestro hijo de cuatro años que perdió la vida hace nueve meses de manera repentina y sin previo aviso, dejándonos con este dolor inmenso para toda la vida.

Cuando inscribimos a nuestro hijo en un campamento de verano que se hacía dentro de un colegio público del municipio de Ingenio, jamás pensamos que pudiera estar jugando en un lugar peligroso.

Hace unos días, gracias al procedimiento judicial abierto, hemos podido saber algunos detalles de sus últimos momentos, pero seguimos adelante con algunas cuestiones.

Las preguntas que nos hacemos, y que en esta carta abierta queremos trasladarles son las siguientes:

1ª ¿Les parece razonable que dentro de un recinto escolar, donde juegan y transitan nuestros hijos, muchos de ellos de corta edad, puedan existir palmeras de gran envergadura y que puedan poner en peligro sus vidas?

2ª ¿Les parece lógico que estas palmeras ubicadas en lugares tan sensibles solo se revisen anualmente?

Hace 16 años falleció por idéntico motivo un ciudadano de 67 años en el Parque de Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria. Y durante estos nueve meses hemos visto con dolor que en varios puntos de Gran Canaria han seguido cayendo palmeras, con la fortuna de que no han producido daños personales.

Le hemos hecho una promesa a Jorge, que estamos dispuestos a llevar hasta el final: que intentaríamos por todos los medios que ninguna otra familia tenga que sufrir lo que nosotros estamos padeciendo. Y para ello les proponemos que aprueben una sencilla normativa basada en los siguientes extremos:

A) Que toda Palmera de gran envergadura que afecte a una zona sensible sea trasladada a una ubicación más idónea.

B) Que toda palmera de gran envergadura que afecte a una zona de tránsito ciudadano sea revisada mensualmente por sus titulares, sean estos municipales, insulares, regionales o privados.

C) Que se lleve un registro municipal obligatorio sobre tales revisiones.

Estas sencillas medidas podrían evitar unas tragedias tan absurdas como evitables.

Por último, deseamos que para futuras ocasiones, la familia de una víctima pueda recibir la terrible noticia con la humanidad, tacto y sensibilidad que la ocasión requiere. Y que uds. dispongan lo necesario para que en esas primeras horas puedan disponer de la asistencia psicológica necesaria para afrontar una situación tan trágica e inesperada.

No deseamos disculpas públicas ni discursos de pesar. Solo pedimos la adopción inmediata de las medidas expuestas y que todo ciudadano que se identifique con nuestro dolor y crea en la justicia de lo que pedimos, se una en nuestra súplica y apoye nuestra iniciativa.

Cuando nos toque ir al otro lado, nos gustaría poder decirle a Jorge que su muerte no fue en vano.

Manolo Suárez Déniz y Verónica del Pino García