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REFLEXIÓN

Nietzsche, mi sobrino y la filosofía

Aunque no les importe, lo cuento. Mi sobrino está próximo a cumplir los diez años de edad y ya sabe lo que quiere. Le gustan los espacios abiertos y la naturaleza. Parece que le viene de familia, como el deseo de libertad. Al verlo, y conocer estas cosas, me enorgullezco de que, a su manera, sea tan rebelde y postinero. Diego, que así se llama, pretende que le dedique un artículo, porque si merece mi atención una desconocida de nombre Indra o un enano barbón que la acecha, por qué no él. Y tiene toda la razón el muchacho, así que va por él y por algo más que iremos descubriendo según fluyan las palabras.

El otro día, reproducían unas imágenes de un registro en la casa del líder opositor venezolano Leopoldo López y, entre la ropa en el suelo y los cajones abiertos, justo encima de un rimero de libros que le servía de improvisado altar, brillaba la cubierta de un ejemplar del que sólo se adivinaba el título, un simple apellido, Nietzsche. Esta palabra, para qué más, resume el ansia de libertad tanto de los moradores de la vivienda como de todo un pueblo. Este Nietzsche, unido para siempre al destino de una nación, la venezolana, también es el autor de esta frase premonitoria: "El socialismo es el fantástico hermano menor del despotismo, al cual desea heredar".

El filósofo alemán fue un defensor a ultranza de las libertades, las que veía peligrar, primero, con el avance del integrismo religioso y, poco después, con la rancia tradición occidental de pensamiento. No entendía cómo lo que hacía del hombre un ser superior, en el sentido moral de la expresión, lo abocaba, por el contrario, a la repulsa de la fuerza de la vida. Por esto, y por muchas cosas más, cuando mi sobrino me interroga por la naturaleza de la filosofía le hablo de un señor bisojo y bigotón, capaz de hablar con los caballos y echar a correr campo a través poseído por la locura, que pronunció unas palabras que valen para una sola persona como para un país: "Lo que no me mata, me hace más fuerte". Precisamente, este es el escenario en que se debate Venezuela en la actualidad frente a la represión chavista.

España se juega un importante papel en el conflicto caribeño y, de su compromiso con las libertades, tomará buena cuenta el orden internacional. Es época de decisiones y de valentía, como cuando Diego, mi sobrino, al ver a un compañero en franca desventaja, sometido por la violencia, corre a su lado sin pensárselo dos veces. Esto también le viene de familia, porque como decía el prusiano de Röcken, "no soy un hombre, sino un campo de batalla", al igual que el domicilio allanado de Leopoldo López, al igual que los millones de hogares devastados por las falsas promesas del gobierno de Maduro. ¿Qué se debe responder, entonces, la paz de los cobardes, o, tal vez, la furia de los hombres libres? Diego, mi pequeño superhombre, lo tiene claro: libertad para Venezuela.

Juan Francisco Martín del Castillo. Doctor en Historia y profesor de Filosofía

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