La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

Época de comuniones

Recuerdo el día de mi primera comunión, en realidad creo que no lo olvidé nunca. A decir verdad, lo de ahora no parecen comuniones, si me lo permiten, diré que tienen apariencia de competiciones. La vida de ahora está a disposición del postureo; todo sirve para mostrar la pasta que tenemos, los coches que conducimos, la ropa de firma que usamos y así con todo... ¡Hasta con la primera comunión de los niños!

Los niños no organizan sus comuniones, seguro que si lo hicieran no lo harían así, estoy convencida. Ellos, son voluntad de conformidad junto a pequeñas ilusiones, en su mundo no existe la apariencia; la vida durante la infancia se mueve con el juego, en sí mismo tiene mucho sentido: más del que pensamos. Creo que estamos prácticamente miopes, no, no vemos lo absurda y extravagante que es la vida, desde que las redes sociales hicieron su aparición. En mi época, y en la de muchos, la primera comunión era lo que tenía que ser, un acto de fe que se celebraba sin grandes lujos. Qué de familias se iban pasando el vestido de generación en generación... Lo de ahora es una verdadera locura, entre pitos y flautas las comuniones salen por un ojo de la cara. Otra cosa que me llama la atención es el asunto de los menús, la mayoría de ellos pensados para adultos, los niños prefieren una hamburguesa o una pizza a el marisco, el buey, y todo lo que posteriormente será mostrado en Facebook o Instagram. Vaya saraos... Las comuniones de ahora parecen bodas. La celebración eucarística sigue siendo igual, ni la Iglesia ni los sacerdotes están a merced del postureo, ellos exaltan la fe con austeridad. ¿Saben? Creo que los niños lo que más necesitan es cariño y dedicación, ¿no será que nos sentimos culpables por no pasar demasiado tiempo con ellos y pensamos que el dinero todo lo compra?

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