El Club Balonmano Remudas, el Rocasa, ya es campeón de Liga. Durante años, ganar esa competición -la más importante a nivel nacional- se convirtió en una obsesión. Y, como tal, el equipo grancanario la persiguió con la misma determinación -pero con mejor suerte- con la que el capitán Ahab rastreó los mares detrás de Moby Dick. El triunfo definitivo, el que certificó el título, llegó el pasado 24 de mayo. Fue en Jinámar, ante el Porriño. Pero esa victoria, pese al alboroto generado a su alrededor, es sólo una más para un club que, por encima de su sobresaliente palmarés deportivo, luce la condición de institución grande por su capacidad para levantar un inmenso proyecto social de marcado carácter femenino en un barrio humilde.

El título de campeón de Liga del Rocasa Remudas llega en tiempos de reivindicación femenina en materia de igualdad. El 8M, el #MeToo o el lenguaje inclusivo han servido, durante los últimos meses, como bandera para un movimiento que ha encontrado en el deporte un altavoz para demostrar sus aptitudes: las mujeres tienen talento para jugar al fútbol, tienen capacidad de sufrimiento para derribar récords en atletismo o natación, tienen calidad para brillar en el tenis, tienen tirón para cautivar al gran público -en los estadios o por televisión-. Canarias, en esa lucha, siempre ha estado en una posición de vanguardia: hace ya 59 años, en 1960, la grancanaria Rita Pulido formó parte del equipo español que participó en los Juegos Olímpicos de Roma.

Rita Pulido, que repitió experiencia cuatro años después en Tokio, marcó el camino olímpico que luego siguieron las gimnastas Mercedes Vernetta, Ana Bautista, las saltadoras Conchita García Rubio, Leyre Eizaguirre y Jennifer Benítez, las regatistas Adelina González, Patricia Guerra -oro olímpico en Barcelona 92-, Susana Romero, Tara Pacheco y Alicia Cebrián, las taekwondista Yolanda Santana y Rosanna Simón, la atleta Cristina Pérez, las tenistas Magüi Serna y Carla Suárez, las nadadoras de sincronizada Paola Tirados -plata en Pekín-, Thaïs Henríquez -plata en Pekín 2008 y bronce en Londres 2012- e Ione Serrano, las nadadoras Natalia Pulido y Escarlata Bernard, las jugadoras de balonmano Rita Hernández, Marta Mangué -bronce en Londres 2012- y Elisabeth Chávez, y las jugadoras de baloncesto Patricia Hernández, Rosi Sánchez, Leonor Rodríguez, Leticia Romero y Astou Ndour -las tres últimas, plata en Río de Janeiro 2016-.

El tirón del deporte femenino no es una simple moda pasajera. Los números así lo certifican. En Río de Janeiro, en los últimos Juegos Olímpicos, de las 17 medallas que se colgó el equipo español, diez fueron logradas por mujeres. Y en Canarias, ningún otro club -ni siquiera la UD Las Palmas o el CD Tenerife- presentan mejores salas de trofeos que tres equipos femeninos: el Club Voleibol Tenerife -campeón, entre otros trofeos, de Europa en 2004-, el Club Baloncesto Islas Canarias -campeón de la Copa Liliana Ronchetti en 1999- y el Club Balonmano Remudas -campeón de Liga, Copa de la Reina y, en dos ocasiones, de la Copa EHF Challenge-.

Referente dentro de las canchas por sus victorias, la importancia del CB Remudas trasciende un poco más del deporte: es un monumento al trabajo con la gente joven en una de las zonas más conflictivas -por paro, fracaso escolar, etc- de Canarias. En sus categorías inferiores, repartidos entre varios equipos -desde benjamines hasta juveniles, tanto a nivel femenino como masculino-, la entidad que preside Antonio Moreno instruye a unos 400 jóvenes deportistas -250 niñas y 150 niños-. Esa es la gran victoria del Rocasa, una pequeña gran familia en la que centenares de niños sueñan con ser como Sayna Mbengue, Haridian Rodríguez, Tiddara Trojaola, Silvia Navarro o Melania Falcón.