La Provincia - Diario de Las Palmas

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ZIGURAT

De coger rumbo

La última semana después de las elecciones en Canarias se vivió un apretado ajetreo entre las fuerzas políticas que se presentaron a los comicios. Por una parte, en algunos municipios se estaba confabulando desde que terminó el recuento de los votos, y algunos ya tenían el plan de gobierno preparado para regir. Pero por una vez en Canarias se oyeron muchas voces que clamaban por pactos políticos que respondieran a lo dictado por las urnas y no a los amaños de incierto futuro. Los ciudadanos no estaban por la labor de que presidieran quienes no habían tenido representación suficiente en las instituciones como para formar un gobierno progresista que es como se suele llamar a las fuerzas nacionalistas de izquierda, socialistas y socialdemócratas.

Lo tenía muy duro Cs, con su veto, líneas rojas, azules o cordones sanitarios, que de todo hubo para llamar a la formación de pactos y esto le ha venido bien al PSOE, por ejemplo en Santa Cruz de Tenerife, donde precisamente una de esas líneas rojas pasa por no pactar con investigados o nacionalistas.

Aunque sigamos sin entender ciertas maniobras y conchabos en otros tantos municipios donde las líneas parece que no son tan altas ni tienen concertinas.

El difícil panorama político de Canarias sin duda pasa porque es un territorio fragmentado, no solo en islas sino en sensibilidades isleñas, muy lejos del continente europeo y a tiro de piedra de África -a veces hay que recordárselo a algún político que cuando baja del avión se cree que está en el Mediterráneo- y las condiciones de una política que desde la transición ha seguido sirviendo a una clientela cada vez mayor que han visto en la política y sus herramientas -llámese planes generales urbanos u otros- una forma de vida, donde la vocación o el servicio público no son prioritarios: lo prioritario es llegar y mantener el poder como sea.

Pero no es más difícil el panorama que asoma por Europa. En España el problema lo tiene, como nunca antes la derecha o el centro derecha o el liberalismo, todos menos Vox que no se sabe bien a qué juega -porque también es simplista nombrarlo como extrema derecha-, los demás son los que quieren ponerse la etiqueta de centro y liberal, tanto el PP como Cs, y en ello están, haciendo cabriolas para gobernar con Vox, pero sin salir en la foto y si hay algún recorte en políticas de inmigración, ayudas a desempleados, salario mínimo o la merma en la dotación para la violencia de género, la culpa es de Vox y no del PP o Cs, aquí está otra vez presente el maquiavelismo de poner en primera fila al que hay que señalar como culpable y así entregar trofeos a la masa clamor.

La cordura en ciudades como Telde o santa Cruz de Tenerife, o Las Palmas de Gran Canaria, se ha puesto de manifiesto en estos últimos días, aunque hay que tener los ojos bien abiertos, pues hay pactos sensiblemente propicios para que no aguanten cuatro años; pero por lo pronto las líneas de continuidad de unas políticas que estaba dando sus frutos sigue por la senda del entendimiento.

España, y también Europa no están para experimentos, nunca han estado tan divididas las posiciones políticas; la atomización de la derecha y los liberales han puesto a la cuna de la Ilustración patas arriba y es hora de ir hacia un futuro donde todas las ideologías que tengan al ser humano, a la comunidad como destinatario de sus decisiones, sea la que arraigue en el electorado.

En España el bipartidismo ha dicho adiós con el corazón que con el alma no puedo, y así como se vivió aquel mayo en la Plaza de Sol donde cambió para siempre el paisaje de la Cámara baja, se puede repetir a poco que los que ven en política una forma de abusar y cobrar quieran hacer, otra vez, de las suyas.

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