Uno de los hechos históricos que han marcado sin duda a Canarias ha sido su especial relación con Europa. Su integración singularizada, frente a las reticencias iniciales tanto de la propia Comunidad Económica Europea como del Estado español, puede considerarse de hecho uno de los logros más significativos de una región a la que le ha costado (y aún le cuesta) hacerse oír. Pero en los años 80, en los que coincidieron dos procesos de envergadura como fueron la creación de la autonomía y la integración en Europa, Canarias sí logró ser escuchada.

Ello fue posible gracias a una conjunción de factores de diversa índole. En primer lugar, por la cerrada defensa que hizo la mayoría de la clase política, empresarial y social de los años 80 del Régimen Económico y Fiscal aprobado en 1972, logrado a su vez en pleno franquismo; reconocido posteriormente en la Constitución española del 78 y que había sido asimilado por las Islas como un fuero irrenunciable. Pero pesó también otro acontecimiento que tuvo lugar tal semana como ésta hace treinta años: la visita que un grupo de altos funcionarios de la CEE realizó a Canarias a finales de junio y principios de julio de 1989, para valorar si las Islas merecían un tratamiento singular en el seno de la comunidad europea. Aquella intensa visita del denominado Grupo Interservicios de la Comisión Europea, encabezado por el italiano Giuseppe Ciavarini (que recibió por ello en 1995 la Medalla de Oro de Canarias), dio como resultado la realización de un informe favorable a avanzar en la integración de Canarias, pero reconociéndole unas singularidades derivadas de su insularidad y, sobre todo, de su lejanía.

Aquel borrador del Poseican (Programa Operativo Específico sobre la Lejanía e Insularidad de las Islas Canarias) consolidó el concepto de "región alejada de la Europa continental" como el pilar sobre el cual al Archipiélago debían permitírsele determinadas excepciones respecto al régimen común: un sistema fiscal propio y un reconocimiento a ciertas libertades comerciales, junto a un proteccionismo de sus sectores agrícola, pesquero e industrial. Se pasó así del denominado Protocolo 2 a una mayor integración en la Comunidad Europea sin que Canarias perdiera el contenido esencial de su REF de 1972, heredero a su vez del histórico reconocimiento de Puertos Francos.

Tal logro estuvo precedido de un intensísimo debate en las Islas entre los partidarios de mantener el Protocolo 2; los de alcanzar una mayor integración que incluía la Política Agraria Común (PAC); y la de quienes promovían, por el contrario, la no integración de Canarias en Europa. El proceso provocó además serias y constantes tensiones con los gobiernos tanto de la UCD como del PSOE, que temían que "la cuestión canaria" perjudicara el proceso de integración de España en lo que hoy es la Unión Europea. Pero Europa entendió mejor incluso que el propio Estado español las singularidades de Canarias, hasta el punto de reconocerlas en el propio Tratado de Maastricht.

La visita que hace 30 años realizaron nueve altos funcionarios comunitarios a cinco de las islas que integran el Archipiélago, para conocer in situ la realidad socioeconómica de las Islas, puede considerarse el antecedente que dio lugar al nacimiento de las Regiones Ultraperiféricas de la UE. La batalla que entonces dio la mayor de ellas, Canarias, fue decisiva para que también las islas portuguesas y francesas, ubicadas como el archipiélago español lejos de sus territorios continentales, cuenten hoy con un nuevo Memorándum de las RUP. La UE sigue considerando que estas regiones ultraperiféricas deben ser tratadas de forma especial y propiciando una mayor integración en sus respectivas zonas geográficas (África en el caso de Canarias).

Terminar de desarrollar este nuevo marco, en un momento en que la Unión Europea afronta además un profundo proceso de reconstrucción, no es más que un nuevo capítulo de la histórica lucha de los canarios en defensa de su fuero. Y que cuenta, además, con dos potentes herramientas: un REF y un Estatuto de Autonomía recién aprobados y adaptados a los retos de futuro, pero que deben aún desarrollar todo su potencial para que Canarias vuelva a tener voz propia.