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Javier Durán

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Javier Durán

La Luna y la falta de respeto

La llegada del hombre a la Luna es un material histórico de difícil colocación en un planeta Tierra que, cincuenta años después de la hazaña, ha vivido una eclosión brutal en cuanto al progreso tecnológico. La mayoría de reportajes que se escriben o se emiten sobre el aniversario del episodio están acompañados de un breve apunte con el subrayado: "Esto no fue una mentira, ocurrió de verdad". El maldito ciberespacio está lleno de páginas donde frikis de todo pelaje esgrimen sus argumentos sobre cómo EE?UU manipuló al mundo. También dicen que James Dean aún vive lleno de enormes deformidades debido a su accidente de coche, o que Kennedy murió bajo los tiros de varios francotiradores y no del solitario Oswald. Suele pasar con las sociedades que nadan entre su propia autosatisfacción, cubiertas de abundancia e ignorantes de lo que costó llevar a los astronautas hasta la Luna. En una era donde el presidente francés exhibe a su hombre volador sobre las cabezas de los franceses, poco importa ya el fenómeno de la gravedad, la alimentación de los cosmonautas, las fotos que sacaron o sus vidas después de la misión. La escenas retrospectivas que se han podido ver estos días del Apolo 11 provocan una curiosidad pasajera, pero no una catarsis capaz de hacer reflexionar sobre cómo influyó el paseo por la Luna en los avances científicos posteriores. Quizás su poder haya quedado tan relegado como el descubrimiento de la penicilina, la manzana de Newton, la imprenta de Gutemberg, el motor de vapor, el tren, el avión, la potabilizadora, la televisión, los satélites... Una acumulación de inventos que han envejecido mal, que han sido relegados al olvido por la sensación humana de que ese pasado resulta hasta ridículo frente al desorbitado progreso que hemos alcanzado en apenas medio siglo.

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