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La primera comida en la Luna

Hace 50 años que Neil Armstrong y Edwin (Buzz) Aldrin pisaron la Luna, acontecimiento que Pablo VI siguió por medio del televisor en el Observatorio Astronómico de Castel Gandolfo. A ellos dos y a Michael Collins, que permaneció en órbita tripulando el "Apollo XI", les envió, apenas tuvo lugar el alunizaje y desembarco del módulo, este mensaje: "¡Honor, saludo y bendición a vosotros, conquistadores de la Luna, pálida luz de nuestras noches y de nuestros sueños! ¡Llevadle, con vuestra presencia, la voz del espíritu, el himno a Dios, nuestro Creador y nuestro Padre!"

Al igual que los jefes de Estado de varios países del mundo, que hicieron llegar a los astronautas diferentes tipos de mensajes, para que fuesen depositados en la Luna, con el fin de que pudiesen ser hallados allí por ulteriores visitantes, Pablo VI les hizo entrega del texto latino del salmo 8, con esta anotación personal: "A la gloria del nombre de Dios, que concede tan gran poder a los hombres, rezamos por el éxito de esta admirable empresa".

Lo que el Papa tal vez no sabía era que Aldrin portó consigo, en el viaje al espacio exterior, una funda que contenía un fragmento de pan, un frasquito con vino y una pequeña copa, que llevó desde la Tierra para comulgar, según la teología sacramental de la Iglesia presbiteriana, en el módulo Lunar apostado en el Mar de la Tranquilidad. En presencia de Armstrong leyó, en un papelito que sacó también de aquel hatillo, un pasaje del Evangelio de san Juan (15,5): "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada".

En la nota figuraban también estos dos versos del salmo 8,4-5: "Cuando contemplo los cielos, obra de tus manos; la Luna y las estrellas, que tú has establecido. ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que de él te cuides?" Y consumió las especies. Así pues, la primera comida que tuvo lugar en la Luna fue la del pan y el vino eucarísticos.

Aldrin se había dirigido por radio, momentos antes de comulgar, a la central de Houston en estos términos: "Deseo pedir unos momentos de silencio e invitar a cuantos están escuchando, donde sea y a quienquiera que sea, a detenerse por un instante y contemplar los acontecimientos de las últimas horas y a que cada cual dé gracias a su manera". En la nota manuscrita con esta exhortación, que aún se conserva, junto con el cáliz, se dice también: "La mía será participando de los elementos de la Santa Comunión". Luego fue cuando leyó el texto bíblico y comulgó. Lo cuenta él mismo en su libro autobiográfico "Magnificent desolation".

La escena ha sido recreada en un episodio de la serie para la televisión "From the Earth to the Moon", cuyo corte puede verse en YouTube (Buzz Aldrin's Communion on the Moon). La NASA lo mantuvo en secreto porque se hallaba por entonces en un pleito a causa de la denuncia cursada contra ella por Madelyn Murray O'Hair, una activista del ateísmo en los Estados Unidos de América, que consideraba inconstitucional el hecho de que, en la Nochebuena de 1968, los tripulantes del Apollo VIII, en órbita alrededor de la Luna, retransmitiesen por radio estas palabras del libro del Génesis: "Al principio creó Dios los cielos y la tierra".

Y entre los tres astronautas, William Anders, Frank Borman y James Lovell, leyeron, sucediéndose, los primeros 15 versículos de la Biblia, hasta concluir: "Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche y servir de señales a estaciones, días y años; y luzcan en el firmamento de los cielos, para alumbrar la tierra". Y desearon una feliz Navidad a todos: "Que Dios los bendiga".

La causa judicial emprendida contra la Agencia Espacial quedó en nada, pero puso de manifiesto una cosa: que el pequeño paso dado por el hombre sobre la superficie de la Luna era, en efecto, como dijo Neil Armstrong, de enorme trascendencia para la humanidad; pero también el que, a la vista de la visceral y encendida reacción legal e ideológica desatada contra los sentimientos religiosos de los héroes del Apollo XI, aquel salto épico e histórico se estaba dando nada más que con un pie, y que quedaba aún por dar, con el otro, el no menos importante, irrenunciable y decisivo de la libertad.

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