Ha muerto Andrea Camilleri, el autor de las novelas protagonizadas en Sicilia por el comisario Montalbano. Tranquilos que no es un obituario ni la columna de un enterao que le va a decir que ha leído todos sus libros y tal. Todo detective de novela negra experimenta un empuje hacia arriba equivalente al peso del autor que lo creó cuando éste muere.

Esto, en efecto, es una suerte de principio de Aquímedes literario. Y es todo lo que quería decir, que los personajes quedan para siempre, viven en los anaqueles y las páginas, en la memoria y en la tele, en el imaginario y las conversaciones. En el recuerdo. En las charlas y coloquios, en los suplementos literarios. En los imitadores.

Montalbano resurgirá, las librerías aprovecharán el tirón, se hará una nueva serie, la gente que tiene libros de Camilleri tal vez vuelva a leerlos u hojearlos y ojearlos. Mueren los autores y no sus creaciones, en efecto, ya saben aquello de Borges de que un libro cuando el escritor lo acaba ya no le pertenece, pertenece a los lectores. A veces incluso el personaje es adoptado por otro autor, como ha pasado con el detective Carvalho, creado por Vázquez Montalban, que ahora vuelve gracias a Carlos Zanón, que lo hace protagonizar Problemas de identidad (Planeta).

Camilleri llamó a su personaje Montalbano en honor de Montalbán. Veo ahí un trabajo por hacer, una trama por escribir: un caso en Sicilia con ramificaciones en Barcelona en el que colaboren Carvalho y Montalbano. Yo no sería capaz de tal empresa, dado que se me iría la olla literaria y sería capaz de plantear un caso del tipo que la mafia siciliana roba La Moreneta y la isla italiana se convierte entonces en un lugar de peregrinación de independentistas que creen conocer dónde está esa virgen mientras la talla en realidad está siendo vendida por el CNI a los rusos a cambio de que estos infiltren a alguien en ERC. Alguien que llegue a liderar el partido y lo convierta en una formación política que defienda que Gibraltar es español. Habría un capítulo en el peñón con una tensa escena de típica películas de espias para acabar en una violenta persecución (hay que pensar en la adaptación cinematográfica) de la que Montalbano y Carvalho salgan ilesos.

Pero oiga, con dosis de diálogos deductivos tipo Sherlock Holmes. Ya la crítica social la dejamos para otra novela, si bien se pondría en valor la maldad de algunos dirigentes políticos y religiosos. Se comería mucho y bien en esa novela, plagada de hedonismo mediterráneo, vino, butifarra y canelones, sin que falte alguna escena amatoria con un atardecer, u ocaso, de fondo, de esos del sur de Italia, en los que parece que han apuñalado al sol y va desangrándose sobre las lejanas nubes y el no menos lejano horizonte.

Lean las desventuras de Montalbano, las de Carvalho, las de Lola Oporto, Wallander, Bernie Gunther, Falcó, Leo Caldas, Erlendur Sveinsson, Toni Romano o Sam Spade, al que por cierto el gran Ramiro Pinilla homenajeó con un personaje llamado Samuel Esparta en Solo un muerto más (Tusquets). Lean. Ahora es tiempo propicio, con las vacaciones, en la playa o el campo. Con la caló. Tan propicia para crímenes, terralazo y muerte de escritores.