La Provincia - Diario de Las Palmas

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apuntes

Se buscan neuronas

Estos días he recibido muchos whasaps sobre el incendio. Todos muy juiciosos y de sentido común. Uno de ellos incluye una foto espectacular. Es tal cual como dice el proverbio, que puede ser chino o de Juncalillo: una imagen vale más que mil pa-labras.

En medio de la tierra calcinada se aprecia un enclave como la aldea gala de Astérix y Obélix. Se ven un par o tres de edificaciones con tejas, una arboleda y unas huertas roturadas, limpias, que han actuado de eficacísimo cortafuegos. Miguel Ángel, agricultor de Artenara -eso figura en mi lista de direcciones- pone un conciso pie de foto: "Dentro del perímetro del incendio hay zonas que no ardieron. ¿Por qué? Porque hay actividad agrícola y ganadera. Esta es la mejor y única forma, junto con el aprovechamiento forestal, para evitar este tipo de catástrofe".

Hay un discurso, presuntamente medio-ambientalista, en realidad, más que medio un cuartillo, que sostiene una contradictoria per se teoría. Por una parte, que, en efecto, cuando el sector primario isleño era más importante, el campo estaba más limpio porque todo se provechaba, bien para forrajes, para leña, pa- ra camas del ganado, para pastos....

Pero por otro lado sostiene que como están las cosas hay que dejar que la propia naturaleza se regule. Eso significa que no se toque nada. Que todo entre en una infernal maquinaria burocrática destructora de iniciativas. La consecuencia práctica, lo tangible, es que no se puede recoger ni pinocha ni piña en los pinares, ni en muchas ocasiones limpiar la maleza en las fincas, estén abandonadas o no. El laberíntico papeleo disuade al más animoso emprendedor.

Otro cumbrero indignado, en la terraza del la cafetería Mallow en Santa Brígida, a la sombrita con 35 grados: "El otro día en televisión un señor decía que en cierto sitio de Tamadaba no se podía desbrozar porque había un endemismo muy, muy importante. El periodista le preguntó que cuál es, y contestó muy serio que una especie de tomillo gigante. ¿Y sabe lo que digo yo, don Ángel? ¡Que a la mierda el tomillo! Que lo lleven al Jardín Canario, que guarden sus semillas, que lo cultiven con amor, que le pongan hilo musical... o que le hagan un muro alrededor. Pero Tamadaba vale mucho más que un tomillo, aunque sea grande ..."

La verdad es que no hacen falta miles de trabajadores para tener limpios montes y fincas. Lo dicen los números de la tragedia. Se evacuó a 10.000 personas. Personas que tuvieron que abandonar sus hogares, sus huertas, sus establos, sus animales incluso, aunque muchos los trasladaron a lugares seguros, como a la Granja del Cabildo en Bañaderos... O sea, que el campo no está vacío. Lo están vaciando. Ellos son los encargados, con su trabajo diario, de conservar el medio ambiente, la soberanía alimentaria y la actividad económica. Predicar el sentido común es predicar en el desierto.

El 'aprovechamiento forestal no equivale a deforestar, como parecen pensar algunos, "simplones, don Ángel, ecologistas de salón o funcionarios jodelones...", sino a hacer sostenibles y seguros los pinares. Y la realidad, y no solo el capitalismo, nos enseña que la masa forestal no es sostenible, ni cumple todas sus funciones, mientras no produzca un beneficio económico y una mejoría del nivel de vida para los vecinos. El maderero que vende en su todoterreno con remolque leña, que pilla aquí y allá, para chimeneas y hornos de pizzerías también podría vender para lo mismo sacos de pinochas y piñas. Y a la vez que contribuye a prevenir fuegos explosivos al retirar material altamente inflamable, gana dinero y mejora la economía campesina.

Pero estos no son tiempos donde impere la lógica, y en los que se tengan en cuenta las lecciones vividas, por muy duras que hayan sido. En la actualidad medianías y cumbres han aumentado su potencial de riesgo de una manera alarmante. La mejoría de las comunicaciones, la tantas veces loquinaria y excéntrica gentrificación de las urbes, agravada ahora por el ataque masivo de las viviendas vacacionales, que con su impacto en los alquileres, y otras secuelas convivenciales, expulsan a la población a reservas aborígenes en el interior, están convirtiendo a los pueblos en zonas residenciales y en barriadas de último recurso.

Como son para dormir y descansar, la actividad agrícola y ganadera se convierte en algo secundario, cuando no en una fuente de molestias para los nuevos moradores urbanitas. La retórica de la soberanía alimentaria y la importancia del sector primario es poesía, (cundo no simple hipocresía). Esta es una mala época para la lírica.

Hay carreteras, donde las hay, y no siempre buenos caminos a pie de huerta. Y el wifi, o no es asequible o no llega, y la digitalización de la vida cotidiana y de la empresa no acaba en los polígonos industriales o en la ciudades. Es fundamental digitalizar ya el entorno rural.

Mientras sale humo de los surcos, y llega encima el cambio climático con el calentamiento global, habría que hacer un plan de choque de mentalización colectiva: de entrada, y aprovechando el inicio del curso académico, excursiones masivas, guiadas, a la Zona Cero de la catástrofe. De la enseñanza primaria a la universidad. Para que los hombres del mañana vean, aunque sea impactante y quizás traumático, la que se avecina... si no se toma nota.

"Tristán, diga usted que hacen falta más neuronas". Dicho queda.

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