En una de las novelas póstumas de Julio Verne, La agencia Thompson y Cía, el novelista francés parodia sarcásticamente las agencias turísticas que empezaron a prosperar a finales del siglo XIX. La alusión a Thomas Cook se me antoja bastante evidente, aunque por entonces fuera ya una firma sólida y solvente y el Thompson de la novela un desaprensivo que ofrece por cinco libras -creo recordar- un crucero que tocará Marruecos, Madeira y Canarias con todos los gastos incluidos. Llegan a Canarias, en efecto, y los turistas no le pagan ni al guía turístico -apellidado Dorta- que les guía en la ascensión al Teide. Nada: ni un vaso de agua. La travesía no termina bien. Cada vez se come peor, cada vez el buque avanza más despacio, se producen pequeños incendios en la bodega, y aunque muchos turistas creen que debe hacerse algo, nada se hace. El mismo Thompson, que viaja en el barco, procura al final ni salir del camarote. Nadie sabe exactamente lo que ocurre.

Hace unos días el apocalipsis se cernía sobre la industria turística canaria, que es canaria, básicamente, porque en las costas del archipiélago se levantan hoteles y apartamentos, no porque este complejo negocio -salvo en un porcentaje muy modesto- disponga de un motor financiero con participación de capital isleño. El presidente Ángel Víctor Torres se reunió con cabildos y municipios. En el último pleno parlamentario se comentaron un conjunto de acciones -en su mayoría propuestas por la patronal hotelera: desde la apertura urgente de conversaciones con otros operadores a la bajada temporal de tarifas portuarias- que había que poner en marcha sobre el inteligente supuesto de una colaboración entre las administraciones públicas. Durante varias jornadas circularon noticias contradictorias (finalmente, por ejemplo, Norwegian mantendrá operativas sus bases en Canarias) pero aunque el clamor de los empresarios hoteleros no aminoró el engarrotamiento político comenzó a ser evidente. La visita de la consejera de Turismo, Yaiza Castilla, a la ministra Reyes Maroto, fue más o menos inútil. La ministra dijo que era un problema complejo, que tomaba nota, que estarían siempre en contacto. Nada en fin. Dicen que la ministra, una economista brillante, sabe muy poco de turismo. Dicen que la ministra está luchando por un puesto de salida en la lista de provincia de Madrid al Congreso de los Diputados, frente a los que quieren desplazarla a Valladolid, que le gusta mucho menos, tal vez no por razones climáticas. Se oyen muchos comentarios, en efecto, pero ninguno de la señora ministra. Por aquí abajo también se ha ralentizado la cosa: Torres ha convocado al Consejo Asesor del Presidente -patronales y sindicatos- para el próximo jueves: ninguna taquicardia merece la pena. Del atroz incendio forestal de Gran Canaria pudimos disponer de información renovada cada pocas horas. De este incendio en la industria turística de la que come Canarias no sabemos nada por parte de los poderes públicos. No deben haber encontrado a ningún Federico Grillo. A ver si tienen suerte.

Si han leído Agencia Thompson y Cía ya sabrán como acaba: el barco naufraga en las costas africanas y los supervivientes deben emprender hambrientos, sedientos y desesperados un penosísimo regreso a casa. Más va-le no apurar las metáforas. Las metáforas tienen un brillo propio de la que carece la cenicienta y dolorosa realidad. Los clientes de Thompson pudieron volver a su casa. Nosotros ya estamos aquí: no podemos escapar a ningún lado.