La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

REFLEXIÓN

Por un beso de amor

El juez condena a cuatro años de cárcel a una mujer de 33 años por besar a un adolescente de 16. La sentencia habla de que la "pareja inició una relación de noviazgo". Apenas fueron dos meses lo que duró esa "relación de noviazgo". Que durante ese tiempo "realizaron actos de naturaleza sexual". Sin entrar ni salir en asuntos legislativos, si la sentencia reconoce que iniciaron una relación de noviazgo, lo normal es que tuvieran actos de esa naturaleza sexual. Claro que a lo mejor el juez del caso consideraba que dos meses era poco tiempo para lo de la naturaleza sexual. Tal vez debieran esperar un año al menos para cogerse la mano, dos para el toqueteo y tres para los besos. Pero con este cupo de tiempo para llegar al coito, con todo el preámbulo que se puede practicar antes del punto final, la cosa podía alargarse ocho o diez años, y si al cabo, el noviazgo no cuaja, porque menudo aburrimiento aguantar ocho años para un miserable primer coito, pues más que noviazgo pudiera parecer un martirio chino. Resulta que otra vez a empezar. Total que esa pobre gente podía pasar veinte o treinta años con un par de noviazgos diferentes y horriblemente aburridos.

La noticia está en que ella es una actriz porno y él un adolescente de 16 años, 15 cuando los hechos. No sería nada llamativo si la mujer fuera ingeniera industrial, institutriz titulada, ama de casa o maestra de escuela, y el joven tuviera 25 o 35 años. Y que, además, fue la madre del joven quien puso la denuncia y la que permitió que su hijo durmiera en su casa y en la misma habitación que la chica, el chaval dijo que ella era su novia. Yo creo que los jueces y legisladores no saben que el corazón no entiende de calendarios, y que en muchas ocasiones, sobre todo ahora, un simple toqueteo puede ocasionar una buena indemnización a través del juzgado, hasta 3.000 euros en este caso, si se complica. Es algo así como poner el caramelo a la puerta del colegio. Nada despreciable en algunos ambientes sociales depauperados. Sin ir más lejos, un empresario sevillano fue multado con 13.000 euros y 2.500 para la diputada andaluza Trinidad Rodríguez, por simular aquél un beso en su propia mano en un rincón de la Cámara de Comercio donde se produjo el encuentro.

Y es que desde que jueces y legisladores se metieron en las camas de los ciudadanos sustituyendo a los curas, seguimos en lo mismo. Antes era pecado y se saldaba con unos cuantos credos. Ahora es delito y se resuelve con una indemnización. La gente no se da cuenta, pero estamos en una sociedad tan mojigata y represiva como hace cuarenta años. La citada sentencia aclara: "A la incertidumbre generada es indudable que han tenido una contribución eficaz y decisiva las declaraciones incriminatorias prestadas por el menor perjudicado y por la progenitora". Ya que "estos actos se producen generalmente en un ámbito de estricta intimidad y sin la presencia de testigos". Tal parece que la justicia solicita público en semejantes relaciones, y no un público cualquiera, sino público entregado.

Quizá la profesión de la mujer fuera agravante ético, cuando debiera ser eximente laboral, dada la experiencia probada en tal materia, que siempre es un punto a favor para cualquier alumnado, aunque parece que el menor ya no era nuevo en estos lares. Por eso no me explico por qué estaba perjudicado.

Todo esto entra en la rocambolesca represión aglutinada en los últimos lustros. Debo recordar que en los países caribeños las relaciones completas, complacientes y consentidas empiezan entre los once y los catorce años entre los escolares de ambos sexos. Aquí hemos dado marcha atrás, pero en todos los sentidos. Estamos cada día más próximos a aquellos noviazgos de los cincuenta sesenta del siglo pasado cuando las parejas se pasaban años cortejando en un portal, bajo un hórreo, tras una castañal; o se bailaba con un palmo de espacio entre ambos danzarines (por llamarles de algún modo), y así y todo procreaban y no había denuncias por acoso ni nada parecido.

Esta pareja pudiera considerarse afortunada, porque hoy se liga a través de internet con esa separación virtual de lo etéreo. En un artículo de un diario madrileño dicen que ahora "el amor es una app", que es más importante un like que cualquier otra cosa. Según una sexóloga, cuantos más likes recibes más aumenta tu dopamina, hormona del placer, y mejor lo pasas. Dado el caso, la pareja en cuestión debiera haberse cortejado a través de una app. En lo virtual los besos no llevan al juzgado, por lo menos de momento.

José María Ruilópez. Escritor

Compartir el artículo

stats