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EL DESLIZ

Cuatro elefantes y un camello

Qué gusto ver el vídeo de la primera ministra danesa Mette Frederiksen con un ataque de risa que se contagió a todos los presentes en el Parlamento. Un minuto y pico sin parar de reír, y los demás legisladores con ella. La líder socialdemócrata estaba rindiendo cuentas en la cámara de la compra de cuatro elefantes con cargo al erario público. Un millón y medio de euros para quedarse con los paquidermos propiedad de un circo antes de que a finales de año se apruebe en Dinamarca una ley que prohibirá por completo la presencia de animales en espectáculos. Ramboline, Lara, Djunga y Jenny ya son propiedad del Estado y podrán acabar su existencia en paz y lejos de las pistas, relataba. El acceso de risa empezó al pronunciar el primer nombre. Cuando continuó explicando que además se había tenido que adquirir un camello llamado Alí, que es el mejor amigo de uno de los elefantes y no pueden vivir separados, Frederiksen ya no reprimió las carcajadas. En todos los escaños le acompañaron las risotadas, de los suyos, de sus socios y de la oposición. Qué envidia, ¿no? Por aquí solo vemos caras crispadas, escuchamos palabras agrias y vivimos con sensación de amenaza. Es gracioso que un elefante tenga como mejor amigo a un camello, y curioso que un Estado considere su amistad preciosa aunque le cueste dinero. Me pregunto qué nivel de evolución ha alcanzado una sociedad que invierte una suma considerable de dinero en el bienestar de cinco animales, y una cantidad importante de su tiempo en legislar al respecto. Cuántas necesidades han cubierto ya si andan en esas.

Mette Frederiksen tiene una risa contagiosa, el récord de ser a los 41 años la primera ministra más joven de la historia de Dinamarca y un gobierno en solitario sin mayoría. Manda desde junio después de suscribir un acuerdo de legislatura con el apoyo de social liberales, socialistas y rojiverdes. En su país, están a la orden del día los pactos y alianzas de varios partidos de los muchos que hay. Los políticos están obligados a negociar y al consenso; de hecho, desde 1909 ninguna formación ha gobernado con mayoría absoluta. Me imagino que Frederiksen se troncharía si se entera de que por estos lares vamos a repetir elecciones porque el que resultó ganador holgado pero sin los votos suficientes no se quiere sentar a hablar para buscar un aliado. Le vería como al domador de elefantes en el circo del bipartidismo, que prefiere que el público cambie de opinión antes de ensayar un número sin animales.

A Donald Trump no le hace ninguna gracia Mette Frederiksen, y no porque sea feminista militante, que lo es, sino porque la risueña mandataria sabe ponerse seria. Al presidente de los Estados Unidos le disgustó la respuesta de la primera ministra a su chiripitifláutica oferta de comprarle Groenlandia, y canceló un encuentro que había previsto tener con ella en Copenhague en su gira europea tras la cumbre de agosto del G7. "Groenlandia no está en venta. Groenlandia no es danesa, es groenlandesa", había contestado Frederiksen, aludiendo al estatus de territorio autónomo con gobierno propio y plenas competencias de la isla. Una solución territorial pacífica e interesante al alcance de un país que considera que un elefante y un camello pueden ser los mejores amigos, y que vale la pena pagar un precio para respetar eso.

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