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OBSERVATORIO

¡No se vaya, señora Merkel!

Tras las últimas elecciones generales celebradas en la República Federal de Alemania, la canciller Merkel, a la vista del resultado electoral, decidió retirarse de la política. Cedió la presidencia de su partido político y anunció que no concurriría a las siguientes elecciones generales.

El resultado electoral que tuvo Merkel fue sorprendente para muchos europeos entre los que nos incluimos, pues todo parece indicar que la causa del relativo fracaso se debió a su política valiente de admisión de emigrantes en Alemania en los últimos años. Se calcula que en torno a un millón de emigrantes extranjeros han sido acogidos por Alemania en los últimos años. Y parece que la inmensa mayoría ha encontrado trabajo y contribuye a la prosperidad alemana. Y Alemania, por sorprendente que pueda parecer, sigue emitiendo una llamada a los jóvenes de otros estados para que se incorporen a su proyecto político, económico y cultural.

No somos partidarios de líderes que se perpetúan en cargos públicos, y mucho menos como presidentes de gobiernos, pero toda regla tiene su excepción: la retirada de la política de Merkel no conviene a Europa, en estas circunstancias. Merkel ha demostrado que ha sido la única líder capaz de enfrentarse con firmeza a Trump y a Putin, por no citar más que dos líderes populistas que son en la actualidad serios riesgos para la construcción europea y para los ciudadanos europeos, y es la líder que mejor nos representa en estos tiempos de incertidumbre.

Sin mayor esfuerzo Merkel transmite un liderazgo sereno y firme. Se ha criticado que impusiera líneas de austeridad que han perjudicado a varios Estados miembros, entre ellos al español. España tenía una deuda pública en torno al 36% del PIB en 2007 y los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Rajoy Brey la llevaron a cerca del 100% a lo largo de su gestión, que persiste en la actualidad. El déficit público al principio de la crisis era inexistente y Rodríguez Zapatero lo dejó en cerca del 9% del PIB. De manera que las restricciones presupuestarias de los gobiernos españoles durante la crisis son una fantasía. Lo que sucedió, expresado sintéticamente, es que los gobernantes antes citados fueron incapaces de dar el destino adecuado a los más de 700.000 millones de euros con que nos endeudaron. ¿Qué hubiera sido de nosotros si las instituciones europeas no hubieran puesto la mirada en nuestras cuentas, y nuestros gobernantes hubieran contraído deuda pública sin límite alguno? Probablemente se habría multiplicado la crisis vivida. Eso no significa que, por nuestra parte, estemos de acuerdo con el enfoque general de las políticas económicas de la Unión Europea, pero a cada cual hay que atribuir la responsabilidad que tiene, sin amparar justificaciones que tienen por objeto desviar la atención de las propias políticas equivocadas.

Merkel representa a su país, que es una gran potencia, y no cabe duda de que los líderes en el contexto mundial tienen la importancia que se deriva de los países que representan. Pero sería injusto atribuir el predicamento de los líderes europeos, exclusivamente, a la potencia política, económica y cultural de sus respectivos estados. Cualquiera que haya observado la historia de Occidente puede comprobar que el liderazgo tiene mucho que ver con la personalidad del líder. Y en el caso de Merkel su firmeza y perseverancia son dignas de respeto.

El liderazgo de Merkel, habida cuenta de que no parece que ningún otro líder europeo pueda sustituirla, por el momento, es necesario para contrarrestar el poder que se está atribuyendo Macron en los últimos tiempos como resultado de que Merkel parece haber dado un paso atrás. No dudamos de que es inevitable que el presidente francés tenga un protagonismo extraordinario en la Unión Europea, por el potencial económico, cultural y armamentístico de Francia, pero no debemos olvidar que Macron tiene los pies de barro o, si se prefiere, los zapatos muy desgastados. El partido de Le Pen, o los chalecos amarillos, ponen de manifiesto que su liderazgo es débil, más allá de los gestos de grandeur, a veces fatuos. No olvidemos que los franceses impidieron que se aprobara la Constitución europea, y que Francia alberga el mayor número de euroescépticos de la Unión. La forma de neutralizar los intentos de afrancesar o de alemanizar Europa es que tanto Francia como Alemania tengan líderes fuertes que neutralicen las ambiciones a un lado y otro del Rin. Pues no parece dudoso que la mayoría de europeos no queremos ni alemanizar ni afrancesar Europa. La cumbre del G7 celebrada los días 24 y 25 de agosto de 2019 es un claro ejemplo de los intentos de Macron para liderar en solitario la Unión Europea.

A estas alturas, probablemente, la renuncia de Merkel no tiene vuelta atrás. Pero teniendo en cuenta la crisis económica internacional que se avecina, los retos que plantean Trump, Putin y China, los retos medioambientales, los retos para el comercio internacional y los retos tecnológicos, nos gustaría que la señora Merkel pospusiera una legislatura más su permanencia en la política alemana y europea; en el poder o en la oposición.

Desconocemos si el relevo de Merkel, en las próximas elecciones generales, será de un líder de la CDU o del SPD, pero sea cual sea dicho relevo debiera tener muy en cuenta las lecciones que ha dado la que debiera pasar a la historia como la canciller tranquila.

Señora Merkel, no estamos de acuerdo con las políticas económicas que ha postulado y practicado en la Unión Europea: si fuéramos alemanes no la votaríamos, pero sabemos reconocer en usted a una líder conservadora que necesita Europa.

Con frecuencia se suele decir que nadie es imprescindible en la política. Nosotros creemos que unos son más prescindibles que otros. No somos partidarios de esos líderes que se consideran tan carismáticos que finalmente creen que no necesitan de la existencia de instituciones intermedias, como son los parlamentos. No nos fiamos tampoco de los líderes surgidos de las sombras, pero nos sentimos suficientemente protegidos por líderes que han acreditado respetar al parlamento, a los instituciones europeas, a los tribunales internacionales y que son capaces de ejercer un liderazgo tranquilo. Por eso decimos ¡no se vaya, señora Merkel!

Felipe Guardiola. Abogado. Exmiembro del Consejo de Europa

Enrique Linde. Catedrático de Derecho Administrativo

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