Entró en el vagón de metro una chica que nos dio los buenos días. Ya eso me puso en guardia. Éramos pocos en el vagón, tal vez diez. No me fío de un desconocido que da los buenos días, algo querrá y tal, a qué viene dar los buenos días, habrase visto.

El caso es que me quedé mirándola por ver cómo continuaba su alocución. Por averiguar cómo era su método para pedir limosna. Para sacarnos los cuartos. Temí que fuera a sacar un instrumento y ponerse a tocar, quizás una incordiante flauta o una desafinada armónica. Pero lo que sacó fue un libro, Historia del barroco en España. Y se puso a leer. Vaya, me dije, no está mal esta performance, no está mal esta forma de atraer la atención. Una parada. Dos paradas. Tres paradas. Once minutos. Gente que sube y baja y la tía sin parar de leer, no veas tú el descaro. Venga barroco y venga barroco. Yo soy más neoclásico. Si acaso me gusta también el románico y el magro con tomate. Y hete aquí que llegamos a una parada y se baja. Sin decir adiós. Le pregunté a mi compañero de asiento qué le había parecido el numerito de la chica, pero mi compañero de asiento era alemán y no se enteraba de nada. A ver, que se me entienda, no es que los alemanes no se enteren de nada, quiero decir que él era alemán y por eso no se había enterado de nada. O mejor dicho, yo no me enteraba de lo que me decía, que supongo que lo decía en alemán. El caso es que me quedé estupefacto. A veces solo escribo para meter palabras como estupefacto; en realidad lo que me sentí fue anonadado, que suena al estado en el que te sientes después de no nadar. O sea, a diario. Lamenté no tener con quién comentar la actitud descarada y desafiante, claramente belicosa e irresponsable a la par que antisocial de la chica. Se sube, lee y se baja. Y da los buenos días. Ya no saben qué hacer para llamar la atención. Qué inmoralidad, bramó una señora. No sé si se refería a que el metro tardaba mucho, a la chica del barroco o a algo que estaba viendo en su móvil. Me palpé a ver si llevaba monedas, pensé en el barroco, en aprender alemán y en la chica lectora. Una subversiva peligrosa sin duda. Buenos días.