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ZIGURAT

Un mundo de apartheid

A medida que el planeta se calienta y las políticas internacionales se enfrían, algunas potencias regionales sacan pecho y amenazan a pueblos con derechos centenarios a los que no se les permite poseer tierras ni bienes esenciales. Turquía ha vuelto a sacar tajada jugando a tres bandas, amenazando violentamente, aplicando plazos para desarraigar y forzar al exilio a millones de seres humanos.

En esta enésima ocasión les ha tocado a los kurdos -la nación más numerosa culturalmente con millón y medio de personas- pagar la factura del abandono de EE UU de Siria. Los kurdos han sido excluidos de cualquier acuerdo internacional desde hace más de un siglo.

Después de la Primera Guerra Mundial, el embrión de lo que luego sería la ONU, la Sociedad de Naciones, reconocía el derecho a la autodeterminación de todas las naciones de Oriente Medio. Posteriormente en 1947 ratificaba lo acordado, pero con una injusticia delirante se negaba ese derecho al pueblo palestino y a la nación kurda: este punto es una parte de la atomización de Oriente Medio en estos momentos, con Siria como campo de experimentación.

Ahora, en tiempos de revisión total, con la propia esencia de la ciencia histórica en constante legitimación, se debería llamar a los actos por su nombre, los de ahora, pero sobre todo a lo que ha pasado para que el planeta que habitamos se haya convertido en un campo de prisioneros en unos casos y en estados apartheid en otros.

El imperio turco arrasó y quiso unificar bajo un tejido de pequeños reinos subsidiarios una gran nación turco-árabe, hasta donde llegaron sus tropas. Así armenios, kurdos, cristianos asirios, yazidíes iraquíes, fueron siendo exterminados o expulsados de las regiones nativas que poblaban desde siglos.

Y el problema en la actualidad es precisamente este punto. Porque no estoy hablando de un problema regional. Como se está comprobando desde hace años con la arruinada Primavera Árabe. Las horribles situaciones que se han dado y siguen produciéndose sin rubor, con la mayor migración de seres humanos de toda la historia, empujada precisamente por conflictos sin resolver, amenaza con un colapso sin precedentes.

El abandono del pueblo kurdo por las tropas estadounidenses por mandato de su hipócrita presidente Trump deja a Turquía -socio de la OTAN- con las manos libres para hacer limpieza, limpia que ya ha comenzado con la retirada de los kurdos de algunas ciudades en la frontera norte de Siria.

Esta situación es el preámbulo de futuros conflictos, porque aquí también entran en juego piezas como Israel, Rusia, Líbano o Iraq, todos con interés en la región. Si Rusia no se hace cargo del corredor que exige Turquía como zona segura, es probable que arrasen con toda cultura y pueblo que no se humille.

Estamos, sin duda, en una encrucijada histórica donde la violencia, el hambre, la emigración o la barbarie, como la del Estado Islámico, ha hecho posible lo que no se debería haber producido: campos de concentración, ciudades de exterminio, muros y alambradas y una desorientación humana, ética, moral y política que no ha conocido el mundo ni el ser humano pensante desde que decidimos ilustrarnos.

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