Algún colega señaló al mediodía de ayer que el antifranquismo había acabado. Es una ilusión. Los antifranquistas del siglo XXI no van a renunciar a Franco así como así. Franco es tan suyo -por lo menos- como de Carmen Martínez Bordiu. Ayer mismo, antes de que acabara el traslado de los retos del dictador, ya se apresuraban a denunciar que le habían rendido honores de Estado, al parecer porque el helicóptero no aterrizó en el altar para llevarse los despojos en un cubo de basura mientras los familiares daban palmas y sonaba por los altavoces el himno de Riego. Esta nueva y sentida denuncia, la denuncia de que se estaba tratando franquísticamente a Franco, era un emocionado intento de no perderlo, una forma de agarrarse al peroné del general golpista mientras se lo llevaban por los aires a Mingorrubio. Muy pocas horas después independentistas catalanes y vascos reprochaban a la ministra de Justicia en funciones que permitiera "una exaltación franquista": en un momento dado se oyó un "viva España, viva Franco" desde el grupito arrimado a las vallas que impedían el acceso a la explanada y Dolores Delgado ni pestañeó, traicionando la dignidad de millones de víctimas del fascismo o algo así. ¿Cómo van a renunciar a Franco los independentistas? Si lo usan a diario. Es un compi. Es su recadero entre barricadas como antes lo fue entre asesinatos. ¿Por qué el Gobierno español manda policías a Cataluña en vez de aceptar una independencia inmediata a la luz de contenedores en llamas? Porque los españoles son franquistas. Porque el franquismo está vivo. Porque España no ha superado el franquismo. Necesitan a Franco como comer. Bajo su sombra todo es más comprensible, justificable, legítimo y casi hermoso. Ningún miserable se los va a hurtar así como así.

Y además hay que seguir adelante. No en la investigación de las fosas comunes y la recuperación de cuerpos, identidades, responsabilidades. No en la maduración de una política de la memoria respaldada legal y financieramente por el Estado, no. Avancemos en todo lo importante. A ver donde están sepultados todos los espadones franquistas. ¿Queipo del Llano está enterrado en una iglesia? ¿En Sevilla? Pero eso es intolerable. Hay que lanzarlo de ahí. ¿Y Primo de Rivera? ¿Por qué se queda en Cuelgamuros el fundador del falangismo? ¿Y los que se enriquecieron crasamente con el franquismo, los que se llenaron los bolsillos mientras crecían el hambre y la tisis, los que se beneficiaron del boom económico de los sesenta mientras los obreros caían en la trampa de comprarse un 600? Es imprescindible una gran investigación sobre los que se enriquecieron con el franquismo, que habrán muerto casi todos, pero quedan sus hijos y sus nietos, que habrán vivido de puta madre, y ya es hora que se les borre la sonrisa, los mofletes, el buen color de la cara, ya es hora, por lo menos, que tengan un gesto de respeto. ¿Y los que ya eran ricos en 1936 y apoyaron el golpe de Estado? La complicidad con el fascismo no puede tener ni olvido ni perdón. El franquismo fue profundamente injusto y es hora de corregir sus criminales efectos. Ya mismo.

El antifranquismo del siglo XXI no desaparecerá. Simplemente se transformará en otro antifranquismo. No pueden quedarse huérfanos cientos de miles de oligofrénicos que siguen considerando a Franco el horizonte insuperable de interpretación para analizar política y socialmente. Él siempre se supo providencial. Para muchos tarados lo sigue siendo.