En lugar primerísimo me felicito de que el presidente del Tribunal sentenciador sobre el dificilísimo asunto catalán haya sido un grancanario, como el magistrado Manuel Marchena, quien a los canarios todos, por razones de paisanaje nos ha dejado a una altura incomensurable por su acierto en la dirección del juicio oral como presidente de la Sala, por la consecución de una sentencia, nada menos que de 492 páginas -sin duda la más extensa de nuestra historia-, sin una sola voz discordante por parte de los siete miembros del Tribunal, al no haber existido un solo voto reservado por parte de alguno de ellos y, por la extraordinaria calidad jurídica de un fallo, como el expresado, sin perjuicio de mi discrepancia por lo que atañe a su tipificación de los delitos de sedición y rebelión.

Y en segundo término, porque el Tribunal sentenciador haya estado integrado por una serie de magistrados entre los cuales cuento con un gran amigo, el exfiscal Antonio del Moral, todo un sabio en Derecho Penal, en palabras nada menos que del Catedrático de Derecho Procesal, un excelente penalista muy conocido en estas latitudes, Nicolás González-Cuéllar.

Ahora bien, la circunstancia incluso de que la expresada sentencia sea toda una pieza jurídica -con mis reservas sobre las tipificaciones, insisto- no tiene nada que ver con el hecho importantísimo de que merezca el calificativo de inoportuna al serlo la fecha de su publicación. porque una cosa es que repudiemos la politización de la Justicia, hoy tan frecuente, debida entre otros a Felipe González y Alfonso Guerra, quien recordó incluso que Montesquieu había muerto cuando el PSOE decidió la forma actual de acceder al Poder Judicial y otra, muy distinta, el hecho de que la Justicia, pese a que deba ser absolutamente independiente del poder político, no deba tener muy presente en algunos casos circunstancias sociopolíticas, sin mengua alguna de su imparcialidad, como podría ser, por ejemplo, la celebración inminente de la campaña electoral de unas Elecciones Generales.

Tal acontece actualmente con la sentencia del Procés en que, después de haber invertido el Tribunal varias semanas en redactarla, no aguardó unos cuantos días más para su publicación, habida cuenta de que la campaña electoral a las próximas Elecciones Generales se iniciaría tan solo unos días después de su publicación.

No era preciso ser agorero para suponer la violenta reacción que tal publicación generaría en Cataluña y la influencia enorme que la sentencia dictada en un proceso en que existió acusación popular ejercitada por el partido político Vox, podía influir decisivamente, no sólo en Cataluña sino en el resto de España, donde muchísimos españoles que incluso no siendo socialistas pensaban votar al PSOE, entre quienes se encuentran muchos que yo conozco, hayan decidido dar un salto mortal decidiéndose por Vox, que ya es distancia...

Lo anterior se debe, lisa y llanamente, al patriotismo que se ha ha encendido con fervor en muchos corazones de la ciudadanía amante de la unidad de España contra la violenta reacción catalana a la sentencia, todo lo cual puede dar lugar, sin la menor duda, a que tras el cómputo de los votos en la tarde-noche del próximo domingo día 10, dé lugar a un resultado bien diferente del que se habría producido de haberse mantenido, sin ser publicada hasta después de las elecciones tan importante sentencia.

Yo, por ejemplo, que modestamente puedo decir que tengo alguna capacidad para intuir resultados electorales, desde ahora me atrevo a asegurar que el PSOE ya no subirá más, como podía haber subido; que el PP, pese a lo bien que ha estado Casado en el debate electoral, seguirá siendo prácticamente para los electores el PP de los últimos años, yéndose además muchos de sus votos a Vox; que Ciudadanos, por fortuna sufrirá un buen tortazo por haber llegado los electores a la acertada convicción de que pretende Rivera, agazapado detrás el PP, quedarse con los votos de la derecha, ya que en definitiva es una derecha encubierta, por mucho que nos quiera hacer ver que es un partido de centro.

La gran tragedia política de España es en la actualidad la ausencia o inexistencia de un centro que pudiera en un momento dado entenderse con otras fuerzas políticas situadas, tanto a su derecha como en su caso a su izquierda, en favor, precisamente, de esa gobernabilidad del Estado, que desde hace años también añora. Y tras todo lo anterior, algo que me parece inequívoco y que me atrevo a pronosticar, como la espectacular subida de Vox. ¿Habría sucedido igual si la sentencia de marras no hubiese sido todavía publicada?

Lorenzo Olarte Cullen. Expresidente de la Comunidad Autónoma de Canarias y profesor de Derecho Penal de la Universidad Complutense