El organismo que ha demostrado mayor capacidad supervivencia en la tierra es un árbol, el gingko biloba, que existe, tal y como lo conocemos actualmente, desde hace unos 150 millones de años: eso es resilencia y no sobrevivir a la ruptura con tu novio. El gingko biloba es único en su especie, sus últimos parientes desaparecieron hace dos millones y medio de años, al final del Plioceno. Cuando una mañana de agosto la aviación de Estados Unidos dejó caer la primera bomba atómica sobre Hiroshima, justo debajo del punto de explosión del artefacto, un pequeño parque acogía a un ginko biloba muy hermoso. Sobrevivió y hoy sigue ahí.

En vísperas de las pasadas elecciones descubrí con cierto asombro un cartel de Pedro Anatael Meneses como candidato al Senado por Tenerife. Entró el año pasado sustituyendo a un compañero, lo presentaron esta vez y salió elegido. Me acordé del gingko biloba, por supuesto. Entre todas las anécdotas que pueden citarse sobre Pedro Anatael Meneses, que durante años fulgió como ilustre todólogo en tertulias de radios y teles locales, está la de su destitución. Era director general de la Marina Mercante en el último Gobierno de Felipe González cuando el 3 de marzo de 1996 se celebraron las elecciones generales que ganó el PP de José María Aznar. Pues bien: Meneses se quedó en su despacho tranquilamente hasta avanzado el mes de octubre, cuando alguien de La Moncloa debió descubrir que seguía brujuleando por ahí. Más de medio año de despiste, salvo a la hora de cobrar. Porque quizás no sea inútil recordar lo que decían Aznar, sus ministros y sus medios de comunicación afines sobre Felipe González y el PSOE antes y después de las elecciones.

Sin embargo, Pedro Anatael Meneses no es el único ginkgo biloba conocido. Hay otros y no están muy lejos. Por ejemplo, en el Gobierno de Canarias continúa, silencioso e impasible el ademán, Juan Antonio Alonso, del que se comenta que se mueve siempre de lado, como las figuras en los papiros egipcio, para seguir pasando desapercibido como consejero delegado de la empresa pública Gestión del Medio Rural, dependiente de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca. Antes de convertirse en un fantasma que arrastra su pachorra entre la amnesia y el cese Alonso ha sido una figura de segundo orden, pero en absoluto irrelevante, en el universo local coalicionero. Entre 2003 y 2011 fue concejal de Hacienda y Servicios Económicos del Ayuntamiento de La Laguna, y posteriormente concejal de Economía, Empleo y Desarrollo Rural. Entro en el Ejecutivo por la divina intersección de Fernando Clavijo y allí se ha quedado. Desde la toma de posesión del presidente Ángel Víctor Torres, el pasado 16 de julio, Alonso, que forma parte del actual núcleo dirigente de CC de La Laguna, guarda un silencio de maniquí encerrado en el sótano de la mercería.

Los relevos políticos no deben y a veces no pueden ser automáticos. Pueden llevar muchos días, incluso semanas. Pero la Comunidad autónoma tiene un presidente socialista hace cuatro meses. Es indiferente que no lo hayan destituido: Alonso debió haber dimitido, por una mínima coherencia y cierto sentido elemental de la dignidad, hace mucho tiempo. Pero sigue sin hacerlo: es un ginkgo biloba con profundas y desaprensivas raíces en su despacho.