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Fernando Canellada

Un alcalde aristotélico

Augusto Hidalgo presenta la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria como instrumento político, evocador de la 'polis' griega con la mirada puesta en Atenas y las grandes urbes del siglo XXI. Aunque el cine ha devuelvo a la actualidad al filósofo del destierro canario que ni convenció ni venció, Hidalgo ha preferido optar por Aristóteles antes que por Unamuno, el vasco que escribió que a los españoles nos pierde la sobra de codicia y la falta de ambición. Que nadie se equivoque. Hidalgo demostró ambición. La fuerza de la tecnología y el vídeo-poder del alcalde impactaron en una audiencia abrumada por una campaña electoral sin fin y deseosa de gobiernos estables.

Socialdemócrata de modelo keynesiano, según sus palabras, encadena pasión en el presente e ilusión ante el porvenir "para no dejar a nadie atrás". Afirmaba Ralph Lauren que él no diseñaba ropa, que diseñaba sueños. Lo temerario es soñar sin más.

Las Palmas de Gran canaria, "crisol de culturas", tierra de infinitos matices y de perspectivas inagotables ha consolidado el turismo y el puerto como sus mejores embajadores. Y aunque inmersa en la economía azul, de su mano y por lo expuesto ayer, la capital grancanaria ha emprendido el camino verde para avanzar en sostenibilidad y movilidad. Una smart city con inteligencia artificial y natural y, para sorpresa de algunos, con el municipio de Canarias con mayor número de cabezas de ganado. La cita final de Aristóteles que el alcalde engarzó en sus palabras con lo que debe ser una ciudad, "una comunidad para vivir bien", refleja su verdadero espíritu, uno de los pilares del pensamiento aristotélico, la "dorada moderación". Es decir, la que evita los extremos en la ideología y en la conducta. Así lo hemos visto.

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