Quizás seamos un país ligeramente desastroso, con nuestro 20% de desempleo cronificado, una precariedad laboral imbatible o una pobreza infantil angustiosa, pero es imposible no leer artículos y comentarios que ven en la visita a Tenerife del presidente chino, Xi Jinping, un motivo de orgullo patriótico. Porque el mandatario ha hecho escalada en la isla para visitar el Teide, y eso ha sido suficiente para que caiga la tradicional lluvia de babas autocomplacientes. Las cuatro líneas al respecto que publicará la prensa china servirán al parecer, según el habitual surtido de cenutrios majapapas que defienden nuestro incomparable terruño, para

a) Asegurar para Canarias un lugar privilegiado en el proyecto de la Ruta de la Seda.

b) Convertir Canarias en un nuevo destino turístico entre los chinos, y más concretamente los multimillonarios chinos, porque si algo nos falta son turistas, en particular turistas chinos, y más específicamente aun, turistas chinos multimillonarios.

c) Acercar Canarias a China y generar simpatías en el corazón del gigante asiático frente a los USA del presidente Donald Trump.

d) Entender este feliz acontecimiento como primer paso para que los chinos, en un plazo de tiempo razonable, se hinchen a morena frita y papas con mojo picón: ha sonado la hora de la conquista de China por la gastronomía canaria.

Estoy seguro de que muchos se han afanado en buscarle un antepasado isleño a Xi Jinping, uno de los procedimientos más oligofrénicos de la prensa local para sentimentalizar la información, pero en este caso, por muchos esfuerzos que se hagan, será difícil encontrarle un familiar en Alajeró o en Betancuria. Al menos se ha insinuado con la suficiente firmeza que no caben críticas por el cierre de carreteras y accesos al Teide por el sur, porque es un líder de extraordinaria importancia que quiere hablar de tú a tú con el volcán. Afortunadamente Vladimir Putin decidió no abandonar su avión en la escala que horas antes hizo en tierra tinerfeña. Una dosis doble de oligofrenia provinciana hubiera resultado insoportable.

Existen herramientas interesantes para propiciar las relaciones económicas y comerciales entre China y nuestro país, como la Plataforma Canarias-China impulsada por el grupo industrial Juerui. Pero que la visita fugaz de un jefe de Estado -aunque sea el de la República Popular China- tenga una proyección económica punto menos que instantánea, cuando ni se ha interesado en conversar con nadie durante sus 30 horas de vacaciones -no he visto siquiera una foto con Ángel Víctor Torres, al que concedió cinco minutos en el aeropuerto- es una suposición milagrera que revela una ignorancia asombrosa de cómo funcionan las estrategias económicas de un imperio en la era de la globalización, de cómo se mueven, crecen o se repliegan las inversiones de capital. Canarias es diminuta y a China le interesa más gastar 52.000 millones de euros hasta 2022 en préstamos y fondos de inversión en la minería, las infraestructuras y los transportes en África: ahí están el futuro y el poder.