En el caso de los ERE los más discretos apologistas de los condenados insisten en que Manuel Chaves y José Antonio Griñán no robaron un céntimo. Las crónicas son particularmente sensibles con el caso de Griñán, que no es que no se haya enriquecido con la política, sino que jamás le ha interesado el dinero y lleva una vida austera en el mismo piso en el que tiene su domicilio hace cuarenta años. Algunos juristas -como el profesor Pérez Royo- encuentran las condenas a los políticos socialistas completamente desproporcionadas. A medida que envejezco opto cada vez más por la prudencia interpretativa, sobre todo, en asuntos sobre los que no dispongo una formación sólida, que son prácticamente todos. Es perfectamente verosímil que Griñan -expresidente de la Junta de Andalucía, exministro, exconsejero de Economía, exdiputado, expresidente del PSOE con Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general- sea un hombre de una honradez personal escrupulosa. O Chaves, penúltimo superviviente del clan de la tortilla. O incluso Gaspar Zarrías, todopoderoso visir que controlaba la extensa e intrincada fontanería del PSOE andaluz, que llegó a confundirse durante lustros con la propia administración autonómica. Pero, ¿cómo podían no saber lo que estaba ocurriendo? Es la vieja pregunta, brutal y grosera, sobre si la madam del burdel puede no enterarse de lo que ocurre en la casa.

Miraron hacia otro lado para no asumir la muy dudosa legalidad -cuestionada por la Intervención General de la Comunidad- de un sistema de ayudas que, además, encontró entre sus gestores -consejeros, directores generales, dirigentes de la UGT- a canallas que se lucraron y lucraron a otros con el dinero público, que lo gastaron en coches, viajes, farras. A principios de siglo, especialmente a partir de 2010, la distribución clientelar de los ERE había sido metabolizada por las andaluces y no había quien no supiera de qué iba la cosa: de una red clientelar que tenía como objetivos mantener la paz social en una economía deprimida y mantener votos en las faltriqueras.

Es terrible que un hombre como Griñán, en efecto, se vaya a pasar seis años en la cárcel, cansado, humillado y al borde de la ancianidad. Merece compasión y, dentro del reglamento penitenciario, el mismo trato de cualquier preso, las mismas posibilidades de acortar su condena y disfrutar de otros beneficios penitenciarios. Pero es el PSOE quien, en este trance, y como a otros compañeros, debería darle apoyo y respaldo humanitario. No lo está haciendo. No lo va a hacer. Ayer escruté los rostros y las conversaciones de los diputados socialistas sobre la sentencia de los ERE. Ni una palabra. Como si no fuera con ellos. Como si formase parte de un pasado envuelto en brumas y chascarrillos. El historial de corrupción de CC o el PP siempre ha tenido entre las filas socialistas un apasionado coro polifónico, pero ayer el coro estaba callado o aplaudiendo a Ángel Víctor Torres. ¿Qué tienen que ver ellos con la madam o el burdel?