La Provincia - Diario de Las Palmas

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Piedra lunar

Naturaleza y pedagogía del incendio 2019

El peregrinaje de la Virgen del Pino por los ocho municipios afectados por los dos macro incendios de Gran Canaria del último verano tuvo una trascendencia social que puso sobre la mesa diversos temas relacionados con el medio ambiente. Se ha constatado la alta sensibilidad que tiene la población canaria sobre un asunto tan preocupante como es la vulnerabilidad del espacio físico, el escenario concreto donde los isleños de la Gran Canaria desarrollamos nuestro vivir. Desde hace algunas décadas, se viene planteando en ámbitos académicos, instituciones sociales y movimientos ecologistas la reflexión de que vivimos en un espacio muy limitado, sometido a un "exceso de carga" que se manifiesta en una preocupante sobreexplotación del territorio y a un crecimiento urbanístico y poblacional que de alguna manera habrá que modular. Nuestra isla está ahí, con su riqueza paisajística y con su naturaleza cruda. Ambos son propiedad colectiva y no nos debe resultar indiferente. De ahí que el incendio 2019 haya provocado una pluralidad de reacciones. En artículos precedentes, hemos categorizado hasta una veintena de unidades susceptibles de ser analizadas con detalle para poder poner en valor la relación del hombre con el medio (incendio, consecuencias, recursos, reforestación, plan de emergencias...). Esta línea compete a las administraciones públicas que, en todo caso, deben sacar conclusiones y establecer las acciones correctoras con una metodología participativa. Ahora se está en la fase de evaluación definitiva de los daños causados para, mediante subvenciones dinerarias, proceder a su reparación. Sin embargo, sin prisas pero sin pausas, deberán de establecerse las acciones propias de la formación que conlleva el compromiso del usuario con el medio. Compromiso y solidaridad son palabras comodín que deberán concretarse con la estructuración de tareas en ámbitos institucionales que modulen la conciencia colectiva. Un mes más tarde de las trágicas fogaleras, a la par que se seguía oliendo a humo en cumbres y en medianías, surgió la idea de buscar el protagonismo de la protección sobrenatural. Es la dimensión espiritual que suele resurgir cuando ocurre una catástrofe. Pero este proyecto romeriego, que inicialmente podría considerarse como una actitud salvífica, debería de haber ido acompañado del compromiso marcado desde el poder que otorga el liderazgo espiritual, con lo que se abrirían vías de formación en relación con el medioambiente y con la naturaleza en general. Si desde el ámbito político ya se está tardando en definir líneas innovadoras con propuestas específicas de formación a la población, desde el ámbito religioso creemos que se perdió la oportunidad de, mediante una pedagogía eclesial, ahondar y coadyuvar a esa concienciación ¿Para qué se sacó a la Virgen del Pino a los caminos de la isla quemada? Tuvimos la ocasión de estar presentes en la estancia de la imagen de la Patrona en el municipio más afectado por el fragoroso incendio, y escuchar la homilía del líder espiritual de nuestra diócesis. Sin embargo, la asamblea allí reunida, en un punto donde el fuego había llegado a cien metros del atril de la palabra, y con un numeroso pueblo a tres metros del micrófono discursivo, no se aprovechó la ocasión de ahondar en la pedagogía teologal de la relación del hombre con el medio natural. Está bien recurrir al manto de la Virgen como metáfora de protección maternal. Pero a estas alturas del siglo, no deja de ser un brindis al sol si no va acompañado de una oración contextualizada en la esencia de la convocatoria religiosa. Si se sacan a flote los sentimientos de la feligresía en un periplo espiritual en el contexto de una tragedia colectiva, es para ofrecer una fundamentación beatífica de la relación del hombre con el medio natural en el que vive y ahondar en la conciencia de la fragilidad que tiene ese medio. Y eso no es una injerencia en la doctrina eclesial, sino que ha sido abordada desde la cátedra del Vaticano en sucesivos mandatos papales desde hace más de cuarenta años. El mensaje siempre ha sido claro: la naturaleza es nuestra Casa Común.

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