El análisis político de Canarias se ha enriquecido en los últimos años (es una espléndida noticia) gracias al trabajo de politólogos isleños que han cursado brillantemente estudios en la Península y que han vuelto para encargarse críticamente de nuestro pequeño país: Saturnino Martínez, Acaymo Viera, Ayoze Corujo. Alguna vez, sin embargo, me atrevo a discrepar de ellos. En un muy reciente artículo Corujo -un analista de lectura obligatoria- remarcaba la derechización de Coalición Canaria como una de las claves de su traumática pérdida de poder.

La pérdida de centralidad de CC en el ecosistema político canario es uno de los mantras más repetidos y en los que se insiste como piedra de toque hermenéutica para explicar y explicarse el desalojo de los coalicioneros del poder a partir de las elecciones del pasado mayo. Y es tan repetido como falso. CC no fue desalojada del Gobierno -y de los cabildos y los ayuntamientos más importantes- porque escorara ideológicamente a la derecha, abandonando así una indefinición que le abría las puertas a elegir socio casi a placer. Eso es un mito, un pequeño mito de bolsillo que se construyó como arma de combate contra el Gobierno presidido por Fernando Clavijo. Algunos heroicos meatintas llegaron a inventarse -que ya es inventar- un Paulino Rivero progresista y ecologista, sin otro objeto que servir de contrafigura de un Clavijo desalmadamente derechista.

Tras las elecciones de 2011 Rivero pactó con el PSOE liderado -es un decir- por José Miguel Pérez no por la flexibilidad ideológica de sus caderas sabrosonas, sino porque los comicios los ganó ampliamente el PP de José Manuel Soria. El acuerdo con los socialistas fue la única manera de conservar la Presidencia del Gobierno. En 2015 Clavijo pactó con el PSOE -con quien gobernó año y medio- porque con los diputados del PP solo se sumaban 30 escaños y pretendió, y en buena parte consiguió, cerrar una doble geometría: gobernar con los socialistas en Canarias sin dejar de apoyar al Gobierno central del PP previa negociación con el marianismo triunfal. Los déficits sociales del Gobierno de Clavijo fueron más o menos los mismos -en realidad menos escalofriantes, porque la recesión que se extendió entre 2007 y 2016 tuvo un impacto brutal en el gasto y la inversión públicas- que los de Paulino Rivero, y los socialistas, perfectos conocedores de la agonía económica del país y de las imposiciones fiscales de la UE, suscribieron la debilitación de los programas sociales durante cerca de siete años ininterrumpidos.

La centralidad de CC era táctica y electoral, no ideológica o doctrinal. Coalición debió abandonar el poder porque resultó insuficiente su recuperación electoral -Clavijo consiguió crecer casi 30.000 votos en las autonómicas de mayo respecto a 2015, muy lejos, sin embargo, del impresionante estirón de los socialistas. Porque los mensajes y retóricas coalicioneras envejecieron súbitamente. Porque el partido no supo ni quiso enraizarse, durante un cuarto de siglo, en una sociedad civil que ya no reconocía. Porque cometieron el error de romper con el PSOE y disfrutar las fugaces mieles de un gobierno monocolor, transformándose así en la diana de todas las demás fuerzas. CC ha sido sustituida por estas y otras razones interrelacionadas, pero no por una derechización ideológica, ni porque perdiera el feroz instinto oportunista del que ha hecho gala para lo malo y para lo bueno.