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en voz alta

Motivación de los alumnos por el estudio o rutina para que aprueben

Resulta triste ver cómo personas jóvenes que se dedican a la docencia de adolescentes, tiran la toalla de forma inmediata, cuando comprueban que los resultados obtenidos por sus alumnos en las pruebas de su materia han sido muy malos.

Se hacen reflexiones finales sobre qué es lo que ha ocurrido para llegar a esos rendimientos tan negativos y lo primero que les viene a la cabeza es: "He hecho todo lo que sé hacer para motivarlos y que interioricen lo esencial y no lo consigo". quedándose con esa reflexión y la consecuencia inmediata de ello es: "Pues no voy a sacar nada de estos alumnos, no trabajan en clase, no trabajan en casa, tienen otros intereses, las familias no colaboran, ni hacen seguimiento de sus hijos", y lo más triste es que llegan a hacer en algunos casos un diagnóstico definitivo desde los primeros meses de curso, sentenciándolos a una repetición para junio del año siguiente.

Esta imagen del docente que se ha descrito da la impresión de que lo que estamos rememorando es de alguien que trabajaba hace 50 años impartiendo clases, sin medios, ni recursos suficientes para atender las peculiaridades de sus alumnos, dependiendo exclusivamente de su experiencia, conocimientos y buen hacer. Duele ver escrito en webs o en publicidad de centros educativos, como muchos se llenan la boca diciendo que realizan una enseñanza personalizada, atendiendo a cada uno según sus necesidades sin que eso sea cierto, entonces recuerdo aquello que dice que "el papel aguanta todo lo que le pongas" siendo la realidad del día a día muy distinta y es que tenemos que partir de lo que son, y asumir que los adolescentes hoy en día tienen otros intereses muy distintos a los contenidos que está explicando un profesor en cualquier aula de la ESO, puesto que los chicos no ven, o no hemos sido capaces de que vean una relación directa e inmediata de los conocimientos que se explican durante la clase, con su eterna realidad y la aplicación de los contenidos a su mundo, para poder transformarlo.

Hay que lograr captar el interés necesario de los alumnos para que aprendan, no solo para que aprueben, que, por otro lado, sería el deseo de muchos docentes, para que sus alumnos supieran responder a las preguntas que les hacen en los controles, y de esta manera consigan cubrir el expediente con el porcentaje de alumnos que aprueban su materia. Pero realmente ¿se ha comprobado que han aprendido algo de lo que queremos que interiorice?

En muchas ocasiones habrá que seleccionar objetivos para trabajarlos de la forma más adecuada y profunda en determinados cursos y no estar repitiéndolos constantemente a lo largo de los cursos.

Un docente, como cualquier otra profesión tiene la obligación de estar reciclándose en todos los aspectos relacionados con la profesión.

Un título universitario no da patente de corso para que se haga en el aula lo que cada uno considere, alegando libertad de cátedra.

Libertad de cátedra significa que la meta que cualquier docente debe alcanzar es estar en permanente formación, ya que nunca es suficiente para que nuestros alumnos aprendan.

Si queremos unas futuras generaciones preparadas, debemos cambiar muchas formas de trabajar con los alumnos y eso no significa que nos tengamos que vestir de faralaes, o que tengamos que aprobarlos a todos por asistir a clase, hay que buscar la forma entre familia y docentes de hacerles ver a los chicos, que el valor del esfuerzo y sacrificio personal son indispensables para conseguir lo que se desea, y que sin estudio y dedicación no se consigue nada.

Pero ¿se ha enseñado a los niños a valorar el esfuerzo y trabajo personal para conseguir unos objetivos? Hay que decir que en esta sociedad hedonista e inmediata que nos está tocando vivir, está resultando muy complicado que las familias apoyen a los centros educativos la exigencia por el cumplimiento de unas normas mínimas para el desarrollo de cualquier actividad, pues dicen que no quieren ver a sus hijos sufrir viéndolos sentados con un libro o un portátil o con un cuaderno trabajando o estudiando, o que tengan que asumir un reglamento de organización interna.

Seguimos preguntándonos: ¿cómo podemos hacer desde todos los ámbitos para que los hijos interioricen el valor del esfuerzo, trabajo personal, el estudio individualizado, si las familias no apoyan esta labor docente? Los años de aprendizaje preuniversitario pasan muy rápido y sus hijos tendrán que afrontar realidades en todos los ámbitos, para las que no están preparados, surgiéndoles frustraciones innecesarias como consecuencia de esa falta de capacitación.

Pero volviendo al tema inicial, ningún docente puede escudarse en cómo están viviendo los jóvenes ahora con la cantidad de elementos distractores que tienen a su alrededor, que no ayudan en nada para conseguir que aprendan además de aprobar.

Es complejo lo que se pide y por supuesto que requiere de más tiempo de trabajo individual con los alumnos, para conseguir que entiendan que la única manera de tener un futuro real es con conocimientos y estudio, y eso es trabajo diario. Que asuman los jóvenes, que nadie va a regalarles un título que les abra las puertas para acceder al mundo laboral o alcanzar cualquier meta que se propongan.

Los docentes jamás deben tirar la toalla, aunque a veces tengan la sensación de estar quemados por infinidad de situaciones que no tienen que ver con la enseñanza, pero que confluyen en el ámbito docente.

Somos lo que hemos vivido y hemos aprendido con los estudios y la experiencia. Si mis conocimientos son limitados y mi experiencia también, difícilmente podremos dar más alternativas a situaciones complicadas.

Me entristece que haya docentes que vean el futuro oscuro, por sus malas experiencias con los resultados de sus materias con los alumnos, porque hay aspectos que no llegan a controlar y le superan en el ámbito personal y profesional, siempre debe haber una segunda oportunidad.

Controlar un aula hoy en día no es como antaño, cuando los niños iban al colegio con el miedo en el cuerpo hacia el profesor y su palabra era ley, y las familias acataban cualquier decisión que viniera del colegio. Hoy en día ganarse el respeto de los alumnos se vincula a la actitud positiva que tenga la familia ante el colegio y los estudios de su hijo, a que el profesor sea un experto en su materia, que sea conocedor de estrategias para enseñar la asignatura con dotes en comunicación, de aprendizaje, de motivación y de técnicas pedagógicas-didácticas, que sea conocedor de cómo aprenden los estudiantes, con conocimiento curricular de la materia que transmite, preocupado por la formación continua, crítico y comprometido. Implica ser un líder positivo, con conocimientos y destrezas que hay que estar demostrando cada día.

También tenemos que decir que los docentes son seres humanos con sus defectos y sus virtudes, y que dentro de la profesión está el valor de la humildad y el saber reconocer los errores cuando se equivocan y que saben pedir perdón o que comparten situaciones con sentido de humor y que en el desarrollo de una clase, están lo suficientemente preparados para detener la exposición y llamar la atención cuando se observa una falta de respeto en el aula de alumnos o hacia el profesor con la energía comunicativa necesaria para enseñar algo a los alumnos que no viene recogido en los libros de texto y que trata de los valores necesarios que debe tener cualquier persona para alcanzar una meta.

La verdad es que tengo la esperanza en que todo cambie para bien y se le dé a la educación la importancia que se merece. A todos se nos llena la boca cuando tratamos ese tema y siempre echamos la culpa a los políticos, sin ver que la sociedad la construimos entre todos y que no se puede bajar la guardia, el futuro es ahora y el tiempo está en nuestra contra.

Ignacio Pardo Luzardo. Asesor, educador y gestor educativo

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