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TROPEZONES

¡Aúpa fusión! (II)

Siento tener que darles la matraca un jueves más sobre el tema de la fusión nuclear, ya saben, el alucinante proceso que se produce en las entrañas del sol y que el hombre quiere reproducir en la tierra, para conseguir una energía limpia, inagotable y casi gratuita. En contra de lo previsible en un asunto tan abstruso, ha recibido mi artículo una respuesta inusitada.

La mayoría son escépticos: unos por indiferencia o rechazo directo, como lo son a menudo ciertas gentes de letras que reaccionan como los cuernitos del caracol, que cuando ven tu dedo aproximándose se meten rápidamente para adentro, sin querer saber nada. Otros, como unos amigos de una tertulia, que al hablarles del gigantesco donut de 22.000 toneladas donde se va a materializar el milagro de la fusión preguntan si el donut es de crema o de chocolate, con el consiguiente descojone del personal. Otros, aunque no les traiga al pairo el tema, no están muy dispuestos a hacer un esfuerzo de comprensión, y me piden que lo explique de una manera más sencilla y digerible. A estos quisiera replicarles que no se puede hacer una propuesta populista de unos procesos científicos complejos, y pienso para mí que bastante he hecho simplificando las dos partículas de hidrógeno que menciono, sin precisar que se trata en realidad de dos isótopos del hidrógeno, concretamente el deuterio y el tritio.

Pero luego están los escépticos de raza, que lo son por otras razones: por ejemplo, el adalid de la lucha contra el cambio climático Robert Kennedy Jr. dio una charla en Las Palmas hace unas semanas, brindándome la oportunidad de preguntarle lo que opinaba de la gigantesca obra de la planta termonuclear ITER en Francia. Pues se limitó a hacer un gesto como el que pretende sacudirse una mosca molesta. Al insistirle en que EE UU está financiando el proyecto internacional, me dio a entender que efectivamente, pero lo veía como una apuesta utópica, si bien por lo que estaba en juego tal vez merecedora de una aportación. Vamos un poco como el que participa en la lotería de Navidad, donde 35 naciones han comprado una hoja de un número, y a EE UU no le importa contribuir con un décimo. Claro, no había caído yo en la cuenta de que incluso ante el mayor y más oneroso reto actual de la humanidad, al repartirse su costo entre tantos países, a los americanos no les debía parecer su cuota sino calderilla.

Ser escéptico no es malo. Yo lo era por ejemplo cuando visité en Ginebra en sus comienzos las instalaciones del CERN, el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares, hace de esto muchísimos años. También reinaba ahí cierto escepticismo que convivía con el entusiasmo de una pléyade de científicos de TBO, del tipo profesor Franz de Copenhague (los de mi quinta sí sabrán de lo que hablo) que pululaban por las instalaciones. Pues bien, unas décadas más tarde está funcionando el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), una de las 7 maravillas tecnológicas modernas, que nos han llevado a confirmar por ejemplo la existencia del Bosón de Higgs o "Partícula de Dios", imprescindible a la hora de entender la aportación de masa a las partículas elementales en los procesos primigenios de la creación.

Sea como fuere, sigo convencido de que estamos en presencia, con la fusión del ITER, de la apasionante y definitiva solución energética de la humanidad, por cierto ya profetizada por los escritores de ciencia ficción en su día.

Ya lo dijo Waldo Emerson: "En cuestión de milagros, la ciencia rivaliza con la mitología".

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