La Provincia - Diario de Las Palmas

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OBJETOS MENTALES

Un asesino sienta cátedra

Nadie ignora ya en estos tiempos de relativismo moral y de institucionalización del todo vale, de exaltación orgullosa de la ignorancia y desprecio al conocimiento que Supermán, personaje de ficción de la cultura pulp, es un héroe. Pero no sé si saben que Fernando Savater también lo es. A diferencia de la historia de ficción de Supermán, la de Savater tiene lugar en el mundo de la realidad. Esa cosa resistente y aparentemente insobornable y que, en ocasiones, por elevación, expresa mediante la conciencia lo extraordinario. Y dibuja en el aire la hazaña de un hombre normal, pero moralmente superior. Si Supermán se camufla como un periodista que responde al nombre de Clark Kent en su vida cotidiana, Savater es un filósofo que sin querer se mimetiza en héroe. Tras unas gafas rosa cual un escudo encantado eligió la tarea de un héroe que ni siquiera el Estado parece querer afrontar: la de reclamar el principio de ciudadanía igual para todos ante el oscuro mundo de una sociedad vasca en la que la mitad miraba para el otro lado en tanto que ETA filosofaba con la dialéctica del tiro en la nuca y cuya síntesis abre boquetes en la base del cráneo de sus opositores ¿Acaso tal empresa no es la de un héroe clásico? Pero esta superioridad moral no surgió como cabría esperar del corazón de las catedrales (de sus detentores tenidos por píos) sino que como suele, provino de alguien inesperado, de un filósofo con burlona seriedad cómica y aficionado a las carreras de caballos. Esta expresión, aunque peticionaria y débil, por lo que tiene de demandante, antiilustrada, resuena en las mentes de las personas incluso entre las más valientes cuando la injusticia y la cobardía están instituidas. Pues que resulta evidente que el mal nos persigue, a cada uno, y a la sociedad. Parece ser que los libros de caballería o cómics donde los héroes luchan contra el mal no son pura ficción, sino expresión viva, si bien poco común en la cotidianidad de la vida. Pues sin duda existen los villanos. Y en este escenario, desde lo profundo de la naturaleza humana se prodiga como un denominador común el deseo de justicia. ¿Quién no ha sentido la injustica en su existencia? Esa pulsión tan potente como la pulsión de vida o de muerte. No es una pulsión creada mediante la socialización humana sino constitutiva de la misma naturaleza humana, y que por ser humana es naturaleza, y por lo mismo la propicia. El vigor de esta pulsión de justicia no decrece, ni con los años tampoco palidece ni se atenúa, bien al contrario, se entroniza en la centralidad de conciencia. Doloroso debe ser el hecho noticioso de que el etarra José Ramón López de Abetxuko con el fardo de dos asesinatos en la conciencia le sea concedido el plácet para dictar una conferencia en la Universidad Pública Vasca, o sea, sentar cátedra. Los partidos vascos rechazan este acto, excepto Bildu. Sin embargo, al parecer, el presidente en funciones el Sr. Pedro Sánchez negocia con esta formación política su apoyo a su investidura. El buen gobernante debe conocer naturalmente los prevalentes jurídicos del Estado que concierne a todos los españoles, y estoy en el deber de creer que un presidente no pone en almoneda el bien jurídico que no pertenece a ningún partido ni a una mayoría que no esté consagrada en las leyes. Por ningún motivo. Nuestro filósofo no nació en el planeta Kryptón pero lo parece. El hecho diferencial con otros filósofos de su generación es que éstos se expresan en un lenguaje diletante, estomagante, en una letanía cifrada de subterfugios comprensivos y/o justificativos de la violencia. ¡Gracias, Savater!

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