La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfonso González Jerez

RETIRO LO ESCRITO

Alfonso González Jerez

Ciénaga de silencios

Nuevos rumores -poco inverosímiles- que proceden del loco mundo de los dirigentes de CC que se quedaron congelados en la noche del pasado 26 de mayo apuntan a una teratológica operación -la enésima parida exasperada- para regresar al poder. Consistiría la ocurrencia en un acuerdo entre Coalición Canaria, el Partido Popular y Ciudadanos por el que la Presidencia del Gobierno recaería en Casimiro Curbelo, quien, por su puesto, aportaría sus diputados para apuntalar la nueva mayoría. Si aguantan la risa un minuto más, podría decirles que los coalicioneros dispondrían de una vicepresidencia económica, los alegres chicos de Casado una vicepresidencia política, a Vidina Espino se la pondría en la tele y a Ricardo de la Puente ya se le buscaría un hueco más ancho que largo y tal. Hablando en propiedad, no es CC la que fantasea masturbatoriamente con semejante guión pornográfico, para pasmo de Australia Navarro y jolgorio de Curbelo, sino un par de personas. Quizás tres. Por supuesto que no renuncian del todo a que se produzca un milagro -pues sería milagroso que el líder gomero cometiera una imbecilidad de ese calibre-, pero los chismes y comentarios esquinados sobre la propuesta son lo fundamental, porque debe mantenerse la fantasía de que todo puede cambiar en un instante glorioso, de que el regreso es inminente, de que lo ocurrido ha sido una breve aunque aterradora pesadilla, y que el único lugar donde cabe el futuro -ese retorno triunfal al futuro de siempre- es una mochila.

La gesticulación de Mario Cabrera puede calificarse también -básicamente- como chismografía propagandística, aunque por supuesto esboza una convicción: CC solo podrá volver al poder convergiendo con NC en un futuro próximo y admitiendo que la hegemonía del PSOE en las islas va para largo. Pero aparte de tal convicción -que en absoluto comparte toda la organización majorera-, en realidad la postura de Cabrera proyecta más impotencia política que otra cosa. Esa voluntad de ganar autonomía en el seno de CC es bastante chusca. Asamblea Majorera -como todas las organizaciones insulares- decide -aunque con matices que con el tiempo casi se han evaporado- sobre sus alianzas poselectorales en su propio territorio. Fue Nueva Canarias la que hizo posible una moción de censura de fulminante rapidez que descabalgó a Lola García y convirtió al socialista Blas Acosta en nuevo presidente del Cabildo de Fuerteventura. "Román Rodríguez me engañó como un niño", proclamó entonces Cabrera, que ahora, curiosamente, anhela abrazar al malvado infante que lo dejó en la calle y sin llavín en casi todas partes.

Los cuadros y militantes de CC deberían estar razonablemente aterrorizados. Después de un largo declive electoral -y pese a la modesta aunque meritoria recuperación en los comicios de 2019- CC fue expulsada del Gobierno de Canarias, de gobiernos insulares y de feudos municipales históricos como Santa Cruz de Tenerife. El poder institucional que conserva todavía es casi residual. Pero semejante hecatombe no ha generado ni el conato de un debate precongresual sobre la democratización de la organización, las responsabilidades de la catástrofe del pasado verano, las reformas reglamentarias o la estrategia programática, porque en la cultura política siempre se prefirió al afiliado -aplaudir, pegar carteles, ensobrar, servir de interventor, amazacotar mítines- sobre el militante. Se cultivó desde una dirección oligarquizada el silencio, el seguidismo, el entusiasmo acrítico. Al cabo de un cuarto de siglo ese silencio pasivo y disolvente es una ciénaga donde se hunde y ahoga el partido.

Compartir el artículo

stats