La Provincia - Diario de Las Palmas

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reseteando

Dreyfus y Auschwitz

La película de Polanski sobre el caso Dreyfus demuestra la impotencia del inocente frente a una razón de Estado que acaba imponiéndose, contra la que no puede el Yo acuso de Zola, un sistema que se niega a reconocer su error y que como máximo ofrece una amnistía para el condenado por espionaje. El director polaco, perseguido por el Holocausto y culpado por la violación de una menor, no se deja contagiar por estos dos fantasmas que han marcado su vida, exponiendo el caso que conmocionó a la Tercera República francesa con una frialdad absoluta. El filme resulta aleccionador para entender los resortes del poder, además de evidenciar -el asunto crucial- los antecedentes de un antisemitismo cuya normalización sirvió de caldo de cultivo para el nazismo que vendría después. El 75o aniversario de la liberación de Auschwitz coincide con un momento político donde los discursos xenófobos se abren paso en los parlamentos nacionales. En una extraña pirueta de la Historia vuelve la tolerancia contra lo que parecía, tras las cámaras de gas, que iba ser intolerable por los siglos de los siglos, incluso no faltan hasta los que niegan que el asesinato de miles y miles de judíos ocurriese realmente o que los campos de concentración existiesen. Resulta por tanto clave ver la lectura cinematográfica del director polaco, porque allí se muestra de manera descarnada el comportamiento de unos militares/políticos guiados por el antijudaísmo, capaces de amañar las pruebas contra Dreyfrus, de manipular la Justicia y de engañar a la sociedad para llevarla al corral del fanatismo. El montaje queda al descubierto, pero el orgullo nacional, la grandeur francesa, no puede ser humillada, y la maquinaria sigue adelante con una caldera alimentada por una estúpida razón de Estado. El pertinaz ciclo biológico provocará en breve la desaparición de los últimos supervivientes de la Shoah, una ausencia que envalentonará más a los que tratan de tirar por el sumidero los hechos verdaderos. Jerusalén fue ayer el lugar para conmemorar la victoria de la civilización sobre el Holocausto, pero Rusia, EE UU y Israel fueron a lo suyo, a sus respectivas políticas exteriores, dando brillo a la belicosidad frente a la Humanidad.

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