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artículos de broma

Ejercicio contra el estrés

Coinciden los médicos en recetar paseos. Piden que andemos por la calle sin ir a ninguna parte e incluso que caminemos sin avanzar en la cinta del gimnasio. Estén los males en la cabeza, dentro de la caja torácica o a lo largo de la espalda, las piernas los aliviarán. El que llegue al futuro -andando, por supuesto- habrá prevenido hasta el alzheimer.

Hay una conjura médica que todo lo cura caminando, por la que el trabajo sedentario de esta civilización se compensa en el ocio con comportamientos del primitivo cazador-recolector, todo el día de acá para allá. Esto es pésimo para el ocio sedentario de sestear, leer y ver películas, las tres razones por las que estamos en este mundo.

Pero como nunca hubo tanto aprecio a las convenciones de la comunidad científica, para los cuatro años de estrés asegurado que nos esperan por la polarización de la idiotez, la sentimentalización de las ideas, la culpabilización del pensamiento y el acoso de la intimidad a través de los medios de comunicación y de las redes sociales se recomienda encarecidamente el ejercicio, la vida en plano secuencia del cardiópata paseante, del ansioso ambulante, del enfermo peripatético.

Nos pisa los talones un estrés político para echar a correr. El pánico del pin parental sólo es el comienzo.

Del estrés cierto hay que huir como de la muerte segura, madrugando más que las tertulias recalcitrantes, caminando más rápido que las mentiras virales, huyendo de las cortinas de humo malhumorantes que desviarán la atención de la restauración laboral que no podrá hacerse, corriendo por igual de la carcunda, como alma que lleva la Cope, y del izquierdismo puritano de exindignados y neoofendidos. Ya sé: pies para qué os quiero.

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