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entre líneas

La importancia de una calle

Cuando Carla Antonelli dejó Güímar en los años setenta lo hizo como una fugitiva, como la persona señalada a la que la mayoría miraba con despecho o con vergüenza. Como si querer ser una mujer, como ella se sintió siempre, fuera el peor de los pecados. Su sitio ya no estaba allí, por eso con 17 años se embarcó en un ferri y se fue rumbo a Gran Canaria, a sufrir sola los golpes de una sociedad intransigente que no soportaba la rebeldía de aquella chica desamparada. Entonces, en aquel pueblo del sur de Tenerife nadie se detuvo durante un instante y contó, como quien pasa lista, si estaban todos. Faltaba ella, pero en aquellos años grises y mal encarados aquella ausencia forzada carecía de importancia.

Carla Antonelli tuvo que esperar más de 30 años para poder regresar a su pueblo a cara descubierta, sin gafas negras ni pañuelos enlutados. Poder ver de frente y mirando a los ojos a su familia, a sus vecinos, y hasta a aquel viejo profesor, don Castrito, que volvió a preguntarle si seguía teniendo tan mala letra.

Ese pequeño gran milagro se produjo en noviembre de 2009, Carla, que terminaba de llegar de Mérida de intervenir en la obra de teatro Lisístrata, recibió una llamada desde el Ayuntamiento de Güímar, le anunciaban que le habían concedido el premio Cardón como reconocimiento a su labor en favor de la promoción del municipio.

Ella, que ya había logrado escalar y salir indemne de aquellos años de infierno, sintió por un momento que se desmoronaba, de tanta emoción. Al fin podría volver a pisar las calles de Güímar nuevamente y sobre todo sentir el cariño de la gente. La visita que hizo en el 2013 a la fiesta de la Bajada de la Virgen del Socorro fue casi como uno de esos sueños imposibles que quizás pensó que no podría cumplir, "es que no hay ningún güimarero en el mundo al que no le guste esta fiesta". Fue maravilloso.

Y ahora el Ayuntamiento de Güímar aprueba dedicarle una calle del municipio a esta vecina singular, un reconocimiento a su labor, a su lucha interminable. A pesar de lo vivido, de los años de pesadumbre y de incomprensión, ella, aquella chica duramente golpeada por la vida pero con tanta fuerza que logró salir de las tinieblas con magulladuras pero indemne recibe este homenaje con una emoción indescriptible.

Para esta actriz canaria, tertuliana, primera diputada transexual de la Comunidad de Madrid y sobre todo una de las más relevantes activistas por la igualdad en España, referente nacional y también internacional del colectivo LGTB, (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) tener una calle en Güímar es la mejor de las noticias, que ha recibido con el corazón desbordado de tanta emoción.

A veces, detrás de una calle se esconde un mundo. Una realidad que se bifurca en miles de secuencias, algunas oscuras, tan negras que espantan, tristes y después en un giro inesperado, en una nueva vuelta de tuerca, aquella misma gente, aquellos vecinos que se negaban a aceptar la rebeldía de una niña, deciden cambiar el enfoque, mirarla directamente a los ojos, y ver que merece la pena tenerla de nuevo tan cerca como siempre tuvo que estar. Bienvenida a casa nuevamente, Carla.

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