Cuándo fue la última vez que vio a su madre, señora? "La dejé en el pregón de Roberto un momento para saludar a Sisita, que hacía montones que no la veía, desde que dejó el bloque y se enroló en un crucero, el Aidablú o algo así, porque se enamoró de un cocinero japonés que le enseñó a manejar el pescado que daba gloria verlo..." Señora, céntrese, dejó usted a su madre, ¿y? "Y desapareció, como si se la hubiera tragado la tierra, como si fuera la última aceituna del país del lebrillo, como la postrer entrada para la Gala Drag, como..." Bien, ya lo capto, señora. " Ayyyyy, seguro que me la secuestraron, que se creyeron que soy de los Manrique de Lara Benítez de Lugo y dos piedras... Ayyyyy, cristiano, que me la desgraciaron". [Maruca saca un pañuelo pulcramente doblado en cuatro, con sus iniciales bordadas en uno de los vértices. Lo deshace y se suena con un enorme estruendo] Cálmese, mujer, seguro que la encontramos, muy lejos no puede haber llegado a sus años. "¿Qué dices, muchacho? Que ahora se ha hecho runner y me tira p'al Confi, da dos vueltas a la zona militar y me llega a casa como recién levantada". ¿Con 82 años? "Cumpliditos, que hicimos un asadero en San José del Álamo poquita gente, 2.500 personas, uno arriba, uno abajo". Muy bien, muy bien, estupendo... ¿Pero no vio usted nada extraño? "Ahora que lo dice, había un enorme aparato rosa con un solo ojo blanco que la rondaba. Ella le ponía asunto y hasta le guiñó un ojo, que yo me dije, 'la pobre, se le metió una pelusa'. Pero no, pelusa no era, era un déjame entrar, un mirar para el cañizo..." Martínez, tenemos otro caso. [Una agente se acerca a la desolada isletera, que vuelve a doblar el pañuelo con mimo] No se preocupe, su madre está en un lugar mejor. "¿Tú te chiflaste? ¿La espichó?" No, mi niña, el satisfayer... Que ya hizo su magia.