Al hilo de lo ocurrido con la actriz Lola Herrera, acosada por el insistente sonido de un móvil en plena actuación hasta el punto de verse obligada a abandonar el escenario, he recordado las muchas faltas de respeto que sufrimos cada día los ciudadanos por parte de los que saben poco de educación e invaden nuestras vidas, nuestro espacio de variadas maneras, todas ellas presididas por una falta de educación y respeto brutales.

Cada día lo vemos. Por ejemplo, vas por la acera y de pronto aparece un ciclista, sortea peatones y cuando levantas la cabeza se ha perdido entre los coches. Por no hablar de los patines, a los que nadie, la administración municipal principalmente, pone freno. Se habla de una normativa y falta hace para que esos desalmados asuman responsabilidades. En enero una señora fue atropellada por un patín en el parque Santa Catalina y le fracturaron una pierna. Todavía están buscando al veloz ciclista. De poco valdría localizarlo porque en general la tribu con ruedas carece de seguro.

Ya nos hemos acostumbrado a esas conversaciones a voz en grito por el móvil en una cafetería, en transportes públicos o en la misma calle, conversaciones eternas, ansiosas y a veces ruborizantes. No hay reparo para mantener charlas y discusiones poniendo sobre la mesa los trapos sucios de sus vidas. Pero esa falta de educación no es un hecho exclusivo en la actuación de Lola Herrera, no, ha tenido la repercusión que ha tenido al tratarse de una de las actrices más queridas y respetadas y, sin duda, haber tenido el coraje de abandonar el escenario y contar sus poderosas razones para dar ese paso. Corte de mangas. La mala educación se ha instalado en cada rincón de nuestras vidas y es evidente que llegó para quedarse. Está visto que no hay edad para la malcriadez, la grosería y la falta de respeto.