Que no puedes, mi niño, que hay que tener respeto a las tradiciones. Tanta bobería, que si yo soy vegano. ¿Qué vegano ni que niño muerto? Habrase visto. Vemería. "Pero Cape, es que he visto un documental de cómo tienen a los humanos, hacinados en oficinas, con ojeras, todo el día mirando el móvil, de postureo, viviendo vidas que no son la suya en las redes sociales... Me dan pena. He ido a terapia y todo. ¿Yo no me puedo comer, por ejemplo, unos crudites?" ¿Unos qué? ¿Que te vas a comer a la abuela crudita? "Nooo, unos crudites, mi niña, que pareces bobona. Unas verduras cortadas a la juliana que se mojan en una salsa de yogurt de tofu con aroma de perejil ecológico." Usted se deja de totorotadas y se come a la abuela, después llego yo con la cestita y digo todo el rollo ese de "qué orejas más grandes tienes" y me come a mí. Más tarde, el leñador viene y nos saca a las dos de la barriga en una operación de urgencia... Colorín colorado, y tos pa'casa, coño ya. " Cape, no estás con los tiempos. Eso es mejor que yo llegue, le toque la puerta a la viejita y le diga: '¿Tiene usted un potajito berros?', que ella tiene mano para la comida de cuchara. Se pone el poquito de queso, aceitunas del país y se escalda gofio de La Piña Amarilla... Para cuando llegues, ya habremos calentado las madres y tú invitas al postre con lo que lleves en la cesta, que también te digo, mujer, tampoco es que me ofrezca demasiada confianza el condumio, con todas décadas que tendrán esos productos de parranda, bosque arriba, bosque abajo." Ahora te vas a poner fino también tú con lo que traigo yo aquí, que lo compro todo en el Mercado de San Mateo, fresquito, mi niño. "Te digo una cosa, no se te puede decir ni media, Caperucita, tralaralalita. Anda, déjame al Omeprazol, que la abuela me da ardores de estómago." Tira, tira. Vegano, ni vegano.