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RESETEANDO

Arcadio y las 'cholas'

Estoy con el magistrado Arcadio Díaz Tejera en que no se puede tener la paciencia de Job para recibir en la ínsula un cargamento de cholas para los migrantes internados en Barranco Seco, como si el calzado básico viniese poco menos que de las Islas Galápagos. El juez y exsenador socialista compareció en el Gran Wyoming para explicar otra cuestión espinal: no se puede utilizar un inmueble impregnado de la memoria de la dictadura franquista, contra la que él bregó, por cierto, para darles cobijo a los migrantes llegados en patera. Primero, por una cuestión arquitectónica, de estructura carcelaria formato celdas, y segundo, porque la medida debería sonrojar a cualquier socialista que comulgue con la defensa de los derechos. Aquí vale lo de que "aunque la mona (o mono) se vista de seda, mona (o mono) se queda". En definitiva, el CIE de Barranco Seco debe recibir una voladura de dinamita que lo ponga fuera de circulación. También se extendió el miembro de la judicatura canaria en el asunto de la comida, al constatar, tras una de sus inspecciones rutinarias, que se come un potaje aguado con verduras y papas flotantes, y de segundo, más papas con la tortilla. Una dieta, a su juicio, con exceso de hidratos. Se entiende perfectamente que los socialistas canarios no le quieran crear un problema al ministro Marlaska, pero es que está claro que a veces hace falta ponerse un gramo impertinente con la autoridad estatal. El magistrado, como le corresponde a su rango, describió en un auto qué ocurre tras los muros de un edificio obsoleto y añadió vía televisión una serie de valoraciones más sobre el tratamiento que están recibiendo los migrantes. La permanente improvisación frente a las minicrisis periódicas de llegadas de pateras, sobre todo en lo que se refiere al aspecto habitacional, sólo provocará que Canarias se vea cada vez más inmersa en el crítico ámbito de la conculcación de los derechos humanos. O que el Gobierno progresista de PSOE-NC-UP no tenga más remedio que aceptar el caramelo envenenado de las deportaciones a Mauritania. Arcadio Díaz, ex diputado del Común, advierte con necesario énfasis publicístico sobre las consecuencias que acarrea normalizar políticamente el drama de la vida.

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