"Qué quieres que te diga, Sebastián. Si tengo que elegir un sitio para flotar, prefiero la zona de Playa Chica. Todavía me acuerdo de cuando íbamos a comer el 'conopapas' con las tres salsas a La Papa Loca. Yossss, se me hace la boca un charcón. Ahora se han puesto finos con restaurantes del pitiminí, que te sirven una arveja azorada en la curva del plato y un rayo de sirope de leche de anémona. Fuertes zanacas." [Sentada en una roca, Ariel, la sirenita, charlaba con el cangrejo escolta que le había puesto el rey Tritón para que no se le saliera del charco. Tenía antecedentes, en cuanto podía, se tornaba a bípeda y salía de la marea para confraternizar con los humanos en el paseo y perderse entre las mascaritas del parque... Pues, dicho y hecho, en menos que se dice longorón, desapareció de la vista del crustáceo].

"¿Dónde está esta 'chiquillaldiablo'? El padre me hace surimi con el tridente. Ay, virgencita del Traje de Buzo, ilumina mi margullo...".

[El chambelán se encaminó al puesto de la Policía Local de Playas y, tras tres llamamientos y cuatro batidas a la bahía, la muchacha hizo acto de presencia.

"¿Pero qué haces con el pelo verde, alma de canto rodado?", se escandalizó el cangrejo.

"Fui con las chiquillas al Confital, que con la contaminación se te queda el pelo radiactivo... No estás en lo fashion, Chanito".