Entre los obispos españoles los habrá más o menos entusiastas del papa Francisco, pero en lo que ciertamente casi todos no simpatizan con el pontífice jesuita es en aquel grito de campaña que Francisco lanzó a los católicos, a los jóvenes en particular: "Hagan lío" (Río de Janeiro, 2013). Dos años más tarde lo repitió, pero precisando que el lío ha de ser ordenado y según el conocimiento de Jesucristo (Paraguay, 2015).

Pues bien, ni lío ordenado ni desordenado. Ni cosas tan subversivas como que "la Virgen y Dios nos asistan", cosa que imploraron, respectivamente, el arzobispo de Oviedo, Sanz Montes, y el cardenal de Valencia, Cañizares Llovera, ante la forjada alianza gubernamental PSOE-UP.

En efecto, el presidente elegido en la Conferencia Episcopal Española (CEE), Juan José Omella Omella, no armará lío ni en Madrid ni -como viene sucediendo- en Cataluña, lo cual no ha de ser tenido por desdoro, sino por una opción de los obispos electores para que un hombre cauto, discreto y respaldado con seguridad por Francisco se ponga a dialogar con las izquierdas (eutanasia, asignatura de religión, educación concertada, IBI, inmatriculaciones, etcétera).

En cuanto al número dos de la CEE, una fulgurante encarnación del Ave Fénix en la carne macerada de Carlos Osoro (cardenal y arzobispo de Madrid), le ha provocado resurgir de las cenizas, pues de recibir tan sólo tres votos en 2017 para la presidencia, ha pasado a los 47 de ahora para el segundo puesto (frente a los 40 votos de Jesús Sanz).

Este tanteo significa que, aunque por un margen no amplio, los mitrados españoles han preferido que al prudente Omella le acompañe un buen perejil para todas las salsas, además de afanoso maniobrero. Por lo demás, la fe en la providencia aconseja a los católicos confiar en la piedra angular previamente rechazada.

Ahora bien, esa diferencia de siete votos entre Osoro y Sanz señala hacia un punto de interés. A saber, que un doble espíritu alumbra a los obispos, de modo que una parte de ellos piden algo de mano de hierro, eso sí modelada por el " suaviter in modo, fortiter in re", principio de Quintiliano que San Ignacio de Loyola incorporó a su magisterio: "Predicad de tal modo que si os escucha un hereje vea en vosotros caridad y moderación cristianas, sin palabras duras ni desprecio por sus errores".