La Provincia - Diario de Las Palmas

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ANÁLISIS

La ciudad infectada

La novela de Claudio de la Torre 'Verano de Juan 'el Chino', basada en la epidemia de cólera que asoló Las Palmas en el siglo XIX, refracta una luz extraña sobre el tiempo del coronavirus

La venta de novelas como Némesis, de Philip Roth, Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago y La peste, de Albert Camus, se dispara estos días a causa del coronavirus. ¿Consuelo? ¿Razones? ¿Metáforas? El reportero no logra comprender qué pueden buscar tantos en estas obras de ficción, del todo inapropiadas para evadirse del malestar propagado por la pandemia. En cualquier caso, antes de que la actualidad readquirida por estos títulos fuese noticia, Miguel Pérez Alvarado ya había hecho notar al periodista que otra vieja novela cuya trama discurre casi íntegramente en Las Palmas, Verano de Juan 'el Chino' de Claudio de la Torre, refracta como un espejo roto sobre las convulsiones del presente. Lo que sigue son, en buena medida, digresiones aportadas por el poeta o generadas a partir de la conversación con él.

Escrita con pulso vigoroso, esta obra publicada por De la Torre en 1971 se inspira en un suceso histórico: la epidemia de cólera asiático que asoló Gran Canaria en el estío de 1851 y que, en lo que se refiere a la capital de la Isla, donde tuvo su origen, provocó la muerte del 20% de sus algo más de dieciséis mil habitantes. Su protagonista, Juan, apodado el Chino, no es chino, como sí lo son, en cambio, otros personajes de la obra, unos náufragos afincados en la ciudad, que los hizo faroleros, y que, como Juan, están entre los pocos habitantes que atienden a los enfermos y sacan de sus casas a los muertos para enterrarlos. Los demás han huido a los campos, la mayoría, o se resguardan en sus viviendas.

En la madeja enigmática del tiempo, la estampa de estos chinos, chinos de verdad en la novela, y de Juan el Chino, que "no era chino, ni nunca había tenido coleta", como éste dice para sí en el libro de Claudio de la Torre, se mezcla, para quien lee la obra durante estos días desquiciados, con la centralidad de lo chino en el asunto del coronavirus: si en China se originó el mal, de China, dicen los noticieros, llega también la solidaridad a una asolada Italia, que se queja de que Europa se desentiende de ella.

El planeta es hoy una megaciudad y la pequeña urbe que era Las Palmas a mediados del siglo XIX refulge en el relato de Claudio de la Torre con una luz negra que disloca el tiempo, y amiga su sombra con las sombras que proyectan las pantallas que arrojan noticias sobre la peste. Los cadáveres de la novela, que lo son a causa del cólera, no tienen quien los vele. Las funerarias tampoco dispensan hoy servicios de velatorio para los muertos fallecidos por coronavirus.

En la ciudad infectada, esto es, el mundo cuando el reportero escribe estas líneas, también hay presos que se fugan y presos que son excarcelados para contener el contagio, en tanto que a los reclusos de Verano de Juan 'el Chino' "se les ha dado libertad provisional porque falta mano de obra" y "tienen además su nombramiento de sepultureros."

Igualmente, en esta primavera de 2020, ciudades, regiones y países enteros son confinados por causa de la enfermedad que cubre de pavor el globo. Mientras, en el verano intemporal de la novela, la pequeña urbe de Las Palmas, como Gran Canaria nunca llamada en ella por su nombre, también es cerrada, en su caso por la hostilidad de sus vecinos: "Los pueblos habían condenado a la ciudad a un aislamiento riguroso, por mar y por tierra, como culpable principal de la propagación de la epidemia", escribe Claudio de la Torre. "Arriesgarse un desconocido a cruzar los caseríos atemorizados, podría equivaler a arriesgar la vida."

En fin, si a buen seguro habrá lectores que se identificarán con Juan el Chino cuando piensa "que había un dolor de todos, pero el dolor de todos era el dolor de cada uno", más difícil, y poco deseable, es imaginar a alguien al frente de la gestión de la pandemia actual con el rasgo de carácter que le confiere Claudio de la Torre: "A él no le gustaba fracasar en nada, ni siquiera en los casos, como el presente, en que le hubiera gustado fracasar". Por lo demás, si poco consuelo puede extraerse del libro, pues la humanidad no sale muy bien parada en el mismo, con todo, de su lectura, en la edición del Cabildo de Gran Canaria de 1995 con una avezada introducción de Guillermo Perdomo, rebrota el anhelo iluso de un mundo distinto. Un mundo en el que, en vez del virus, las fronteras son atravesadas, con todo merecimiento, por una novela como Verano de Juan 'el Chino'. Una novela, quizá portadora del mismo síntoma que Némesis, Ensayo sobre la ceguera y La peste, y que por ello muchos lectores leerían con avidez por algún motivo que al reportero se le escapa.

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