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REFLEXIÓN

Me gustaría creerle

Han sido muchas las veces en que Pedro Sánchez nos ha dicho una cosa y ha hecho lo contrario, por pura mentira política, por alegrías irresponsables y superficiales en prometer imposibles, o por pura esgrima de supervivencia política personal. Tantas veces nos ha engañado políticamente que nos cuesta muchísimo creer lo que nos promete ahora.

Y repito: me gustaría creerle, señor Sánchez. Desde hace unos días y con motivo de la gravísima situación de emergencia nacional en que nos encontramos por la pandemia del coronavirus, por fin aparece usted sin escoltas bolivarianos y con un lenguaje que hasta consigue ilusionar a quien le escucha.

Me gustaría creerle, señor Sánchez. Como San Pedro, es la tercera vez que me repito. Este martes, el gobierno que usted preside ha lanzado una completa batería de medidas económicas, financieras y fiscales que, de llevarse a cabo totalmente, supondrán movilizar, aproximadamente, un 16% del PIB del país, de golpe y en choque contra las gravísimas consecuencias inmediatas que la crisis sanitaria va a imponer a nuestra economía.

Espero que se haya estudiado correctamente de dónde vamos a obtener los fondos para el desarrollo de las políticas propuestas, así como habrán fundamentado esa seguridad con la que usted recalca que "esta es una crisis pasajera y por poco tiempo".

Espero igualmente que seamos eficientes en la normativa de a pie, es decir, en el modo reglamentario de la puesta en vigor de las medidas - la letra pequeña-, y que la administración, la burocracia y los procedimientos administrativos absurdos, tan habituales en este país, no conviertan las medidas en ineficaces o generen discriminaciones injustas. Esto es algo a lo que en este país estamos muy acostumbrados, máxime en los últimos tiempos en los que se legisla mal y se reglamenta peor.

El gobierno y la administración pública han de conseguir que los mensajes y la exposición de las medidas prometidas, como usted señor Sánchez presentó magníficamente por televisión, se conviertan en realidad, y no sean simplemente parte de un discurso de telepredicador.

Es el momento de que el presidente del gobierno se olvide de Iván Redondo -lo digo como ejemplo estereotipado- y del telemarketing-, y se ocupe profundamente en que las medidas propuestas no se queden en fuegos de artificio publicitario y lleguen eficientemente a cada ciudadano.

Todo lo anterior nos plantea muchas dudas. Dudas sobre la administración de las medidas, y sobre todo, dudas sobre el pasado reciente de nuestro presidente del Gobierno, pasado plagado de contradicciones entre lo que en muchos casos ha dicho y finalmente ha hecho.

Me gustaría creerle, señor Sánchez. Si no lo consigue, será usted flor de un día en la historia de este país. Si lo consigue, habremos salido de una gravísima crisis con una sociedad mejor y más justa. Y tendremos Pedro Sánchez para rato, en este caso para bien. Esta vez sí que su futuro personal y el futuro del país van en la misma dirección.

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