La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A LA INTEMPERIE

Mal humor

Quedo con un escritor amigo para tomarnos un gin tonic a las seis de la tarde. A esa hora, nos conectamos por Skype y brindamos rozando la pantalla de los ordenadores con el borde de nuestras copas. Los primeros minutos resultan un poco incómodos: o bien nos quitamos la palabra o bien nos quedamos mudos a la vez. La conversación no fluye como cuando nos citamos en el bar. Poco a poco, sin embargo, vamos acostumbrándonos a la situación. Los vapores de la ginebra ayudan. Los frutos del enebro poseen propiedades extraordinarias. Entonces, me fijo en lo que hay detrás de la cabeza de mi amigo: una estantería llena de libros por cuyos lomos identifico el título y el autor. Voy repasándolos uno a uno, disimuladamente, y no veo ninguna novela mía. Podría haber colocado una, pienso, aunque fuera por cortesía.

El asunto me irrita, pero lo disimulo. Hablamos durante media hora de la vida cotidiana y nos damos consejos para soportar con entereza el confinamiento. Él dice que lee mucho.

-Nada mío -le digo intentando no parecer disgustado.

-¿Por qué? -pregunta.

-Estoy viendo los libros que tienes detrás.

-Y yo -responde- también veo los de tu estantería. No hay ninguno mío.

Me doy la vuelta y compruebo que lleva razón. Estamos empatados. La situación nos obliga a echar unas risas y a reflexionar sobre la vanidad. Los escritores vivimos bajo la continua tentación de este vicio. No bajamos la guardia ni en los tiempos del cólera. En esto, mi amigo tose y me protejo la cara, como si los virus pudieran atravesar su pantalla y la mía para darme alcance.

-Te veo muy sensible -dice.

Lleva razón. La reclusión me vuelve irritable. Creo que busco excusas para enfadarme todo el rato. Incluso cuando estoy solo me cabreo conmigo mismo por cualquier insignificancia. Al despedirnos, mi amigo asegura irónicamente que la próxima vez podré ver detrás de su cabeza mis obras completas. Le doy las gracias, cuelgo, y apuro de mal humor el último trago de la copa.

Compartir el artículo

stats