La Provincia - Diario de Las Palmas

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TROPEZONES

Limpia, fija y da esplendor

El otro día, haciendo una de mis acostumbradas escabechinas entre los libros que amenazan con echarme de casa, me topé con el diccionario de la lengua española, en su "décima sexta edición" (por cierto yo hubiese escrito decimosexta. Tendré que mirármelo) que es, como consta en la portada, del "año de la victoria". En el lomo de la obra sí pone, por si fuera necesario aclararlo, que se trata del año 1939. Pero antes de desprenderme de ella, se me ocurrió cotejarla con la última edición de que dispongo de dicho diccionario, que resulta ser la "vigesimotercera edición" (¡vaya, me están dando la razón!) Por cierto que esta, del año 2014, conmemora el tricentenario de la Real Academia de la Lengua Española,

Lo primero que me llama la atención es que la del año "de la victoria", fiel a su triunfalista encabezamiento, era más generosa con el alfabeto, regalándole a las letras CH (che) y LL (elle) su paginación propia e independiente de sus hermanas colindantes.

Lo siguiente es que la de 2014, fiel al primer mandamiento de la RAE, refleja una limpia de palabras importante. No es de extrañar, pues según un estudio reciente, en los últimos 100 años son casi 2.800 las palabras jubiladas y retiradas en las sucesivas ediciones del diccionario al haber caído en el olvido. ¿Quién va a echar de menos palabros como "cadascuno", "ahogaviejas", "chicorrotico" y hasta alguna interjección como "¡caracoles!"?

Paralelamente, y consecuente con su segundo mandamiento, la Academia se ha esforzado en "fijar" los novedosos términos y acepciones surgidos al ritmo de los últimos conceptos, descubrimientos o transformaciones de la sociedad. Una incorporación como "botellón" responderá a la evolución (¿descomposición?) de la misma y ha de registrarse merced a su desafortunada pero recurrente presencia. Incluir "computadora" o una nueva acepción de "móvil" es poco menos que inevitable. Como lo es que de entrada las palabras recién arribadas tengan que ser adaptaciones de anglicismos, por responder a términos nacidos de avances digitales, predominantemente en el mundo anglosajón.

Aunque donde tal vez haya que ponerle un pero a la Academia, es en el tercer precepto de su lema, el de "darle esplendor" a la lengua. Por un lado parece remisa a fomentar el sustituto en español de las voces foráneas como se conseguía en el pasado. Por tomar un ejemplo, en el fútbol imperó mucho tiempo la palabra "órsay", del inglés "off side", para designar el fuera de juego, hasta que se ha terminado imponiendo el hispánico "fuera de juego".

Por contra parece decantarse la RAE hoy día por la opción más cómoda, mimetizando los vocablos prestados de otros idiomas, sin esforzarse siquiera en proponer una versión propia.

No me parece de recibo adoptar el término inglés "sequel", segunda parte de un film u obra literaria, y limitarse a transponerlo a "secuela", teniendo que incrustarle una nueva acepción bastarda y a contrapelo a una palabra ya existente del español.

Y colma ya el vaso que un vocablo como "prequel", que en inglés designa una obra cinematográfica o literaria anterior a una ya existente, haya sido incorporada por la Academia, inventándose el palabro "precuela", casi en plan cautelar, arrojando la toalla ante un término que ni siquiera ha alcanzado el recorrido necesario para arraigar en el idioma.

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