La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

RESETEANDO

Un rayo de sol

U n rayo de sol (Los Diablos, 1970) fue la canción del verano. En una asimilación abrupta, bajo la carcoma del coronavirus, me vino a la cabeza (aunque yo la conocí por los 80, nací en el 61, en alguna brutalidad nocturna) mientras tendía unas piezas de ropa en la azotea con mucha delicadeza, que es como se hacen las cosas en pandemia. E inmediatamente pensé: la canción del verano de 2020 tiene que ser tremenda, tipo La Macarena (1993), Bomba (Alan Duffy, 2000) o La Barbacoa (Georgie Dann, 2001), por citar algunas, porque es lo que nos merecemos cuando salgamos de esta cuarentena que nos tiene los cartílagos apelmazados. En un estado de alarma, con la libertad restringida, un rayo de sol viene a ser un chuletón con papas paja. Te quedas inmóvil, casi como si fuese el contacto telemático de un astrofísico con un ser viviente de otro planeta. En esa secuencia enana sueñas con la playa, el mar, una cerveza helada en una terraza, en la adolescencia, en la primera novia, las olas, el juego del clavo... Ni te das cuenta de que ha llegado un vecino a la azotea y que te ha pillado en posición de telescopio, embebido gracias al calor que te está dando en el rostro y en el cogote. Me disculpo, pero veo que viene a lo mismo: bajo el pretexto del tendedero, extasiado, se queda adormecido en posición firme igual que un dispositivo que necesita recargas pilas para seguir en el confinamiento. Lo mismo ocurre en el edificio de enfrente, cuyos balcones se llenan de algunos ancianos y jóvenes que aspiran a atrapar el primer sol mañanero, igual que lagartos que salen de su escondite para abandonarse placenteramente sobre una piedra. ¿Se habrá convertido en una necesidad? Aún no he visto a ningún especialista que se refiera a los efectos de la falta del sol en el organismo. Lo mismo lo consideran un asunto de calderilla frente a las urgencias médicas y científicas del Covid-19. Habrá que esperar al final del encierro para ver qué huella nos deja el exceso de sombra. Es probable que, con la llegada de la libertad, muchos de los confinados tengan que hacer una transición lenta hacia la luz natural tras el tiempo reglamentario en el interior de la gruta. Lo mejor es ir preparándose poco a poco, aunque sea junto a una ventana generosa.

Compartir el artículo

stats