Ocurre. Casi sin darnos cuenta y en acciones de las más mundanas, sucede. Las personas sí cambian. El azote caprichoso de las circunstancias nos empuja en ocasiones a la catarsis. Una transformación que se manifiesta con un ramillete de aristas multicolor. Pese a que todos tenemos una esencia inconfundible en el ADN, situaciones como a la que ahora se enfrenta el planeta nos acaban removiendo por dentro. El egoísmo y miedo incontrolado de unos aflora, sin pudor, y se enfrenta a la solidaridad y responsabilidad de otros muchos por culpa de un contagio viral. Una batalla que ganarán finalmente los héroes de la Sanidad pública con arrojo y profesionalidad. Mientras escribo estas líneas desde casa (jamás había permanecido tanto tiempo en el dulce hogar), escucho el quejido del reloj de la cocina con un pensamiento fijo e ilusorio: un amanecer sin más contagios y un país sin tantos incompetentes.

La sociedad española se enfrenta por desgracia a la amenaza de crisis más abrupta que se recuerda y con una duración impredecible. La pandemia de ineptitud del Gobierno costará muy cara a un país que tardará mucho en levantar cabeza. Los imperdonables errores por subestimar al bicho por parte de Pedro Sánchez y el llamamiento a las barricadas de las mujeres el 8-M no ayudaron atajar la situación. Un panorama que se traduce ya en un desplome económico sin precedentes. La avalancha de despidos y la desaparición de empresas es inminente. En el caso de Canarias, serán muchos los complejos turísticos que cerrarán las puertas por decretazo. La recuperación del destino y la normalización de la actividad sufrirán una letanía dolorosa y habrá que ver a qué precio. Al final del túnel, porque saldremos de este profundo bache, algo habrá cambiado entre nosotros. Nos volveremos a levantar con más fuerza y con la cabeza muy alta. Llegará la bendita vacuna y el resurgir del destino, aunque ya no seremos los mismos. Esta pandemia, a la que seguirán en el futuro otras de igual calado, nos hará diferentes. Las empresas y trabajadores vestirán otra piel y las familias y amigos también. Algunos, a buen seguro, saldrán fortalecidos, pero ojo, siempre vulnerables. Lo humano es así.